La escarcha

23-F, por Mortadelo
23-F, por Mortadelo

«Recuerdo que aquel día, hace casi treinta años, había amanecido con una fuerte escarcha sobre mi pequeño huerto de rábanos, que me solía comer crudos porque dicen que limpian la sangre. Esto de las propiedades depurativas del rábano lo decía mucho la radio, y yo hago mucho caso de lo que dice la radio. Era entonces alcalde de mi pueblo, un pequeño pueblo de Aragón con un alcalde socialista. Hace más de treinta años. La radio informó a media tarde de un incidente que había ocurrido en el Congreso, en Madrid: un grupo de guardias civiles comandados por un teniente coronel había asaltado la cámara. Yo me temí lo peor. Así que cogí la escopeta y me dirigí a varios militantes socialistas en nuestro bar, el bar de los rojos. Les solté una arenga con mi escopeta al lado. Y luego me encaminé al casino, al bar de los fachas. Les hablé clarito a los fachas, con mi escopeta al lado: «Aquí nadie nos va a convertir en simiente de rábano antes de tiempo. Conozco tu cara y lo que piensas, y la tuya, y la tuya… Así que me voy a ir con mis concejales y nos vamos a pasar la noche en el Ayuntamiento, y si alguno de vosotros se acerca a menos de cincuenta metros con malas intenciones, le pego un tiro…»» Era el 23 de febrero de 1981, la tarde en la que unos facinerosos intentaron tumbar la entonces frágil democracia española. Pero a la mañana siguiente no escarchó y el alcalde labrador pudo ir a recoger los rabanitos para hacerse una ensalada que le supo a mieles… y a libertad.

Hasta siempre, Labordeta

Labordeta
Labordeta

Qué difícil es encarnar tantas voces y hacerlas todas bien, sin caer en el artificio, ni en la impostura, sabiendo a la vez que encarnas las voces de esperanza y libertad de tantas gentes. Pero así fue la vida del aragonés José Antonio Labordeta, fallecido este fin de semana como consecuencia de un cáncer (la larga enfermedad que dicen algunos medios cuando hablan de algún ilustre muerto por un tumor; ¿por qué se sigue empleando un eufemismo tan estúpido, que enmascara una dolencia tan común desde un punto de vista estadístico?). El Labordeta cantautor, escritor, parlamentario, presentador de televisión, con su voz profunda, auténtica y de izquierdas, el hombre bueno que se hizo un hueco en el corazón de los españoles. El tipo entrañable que nos metió en su mochila para darnos otra visión de la piel de toro, y que ganó la simpatía de la mayoría cuando cantaba las verdades del barquero en un Parlamento tan dado al teatrillo. Una anécdota: cuando era más joven, llegó a darle a clase a Federico Jiménez Losantos, en Teruel; ¿como sobreviviría a aquella experiencia? Hasta siempre, Labordeta.