El Omron

El Omron
El Omron

Desde que mi suegro, doctora, se compró el aparato para medirse la tensión en casa, se ha vuelto loco. Fue detectarle el mal el médico de cabecera, como se decía antes (nunca se ha acostumbrado a llamarle médico de familia, como se dice ahora) y enloquecer. Le cuento el caso porque tengo confianza con usted. Resulta que fue detectarle el médico de cabecera, perdone que me repita, que su tensión ya no es la que solía ser y que tendía a la hipertensión, recomendarle el susodicho galeno que se la tomara la tensión de cuando en cuando y ya se ha vuelto loco, como todos los que le conocíamos ya suponíamos. Se ha comprado un cacharro llamado Omron en la farmacia de la esquina y se la toma cada dos por tres. Como está en casa y se aburre mogollón, pues venga a jugar con el cacharro, que no le llega la pensión para pilas de tanto uso como le da. En función de lo que le marque el cacharrito, toma decisiones sobre su vida, pero en plan minuto y resultado. No dan con el ajuste de medicación que necesita, será la edad, y está grillado con el temita. Que se le ha descompensado por la mañana, pues venga a suprimir sal y cafeses. Que parece que le baja a la tarde, pues viva el filete sabroso y paso de caminatas. Vive a golpe de toma de tensión. A veces despotrica de los políticos a los que conoce de la tele, de los que dice que toman decisiones a golpe de tuit o de encuesta, que son sus peculiares indicadores de la tensión del país, según le cuentan sus nietos, que él ya está mayor y no entiende nada del nuevo mundo. Les maldice, pero él viene a hacer lo mismo con su vida. Si hubiera sido político, solo dios sabe la que podría haber liado.

Anverso y reverso

Made in China
Made in China

«Doctora, llevaba mucho tiempo sin venir por su consulta. Acudo ahore con el siguiente comecome, para que usted me consuele si es que esto tiene arreglo, que no lo sé. Antes de la crisis creíamos llevar una vida en el anverso de la existencia, con las palmas vueltas parriba, pero con la recesión y la penuria se está volviendo todo al revés, o al reverso. En el reverso de la mayor parte de las cosas que consumimos hay, cada vez, más objetos tatuados con ese Made in China, fabricados generalmente a precios tirados y en condiciones laborales de tragedia para nuestros estándares occidentales en países que no son precisamente el paraíso de la clase obrera. Quienes nos gobiernan parece que quieren que compitamos en ese reverso, con esas condiciones, y para ello no paran de recortar y recortar, doctora, de llevarnos por el reverso. ¿La tablet, la plancha, la bici, la pintura, las tijeras, la colonia? Todo made in China. Pocas cosas se salvan: de momento, el jamón, el vino y  el queso, pero todo llegará. Y lo trágico es que ese made in China está llegando también, doctora, a nuestros derechos, que poco a poco se van a ir manufacturando también, como nos descuidemos, en ese oriente tan extremo y tan reverso.»

El rey, a portagayola

El rey, durante su discurso nochebuenesco
El rey, durante su discurso nochebuenesco

«Pues yo no sé a usted, doctora, pero a mí me desconcertó mucho lo del discurso del monarca en esta Nochebuena. Más allá de las palabras habituales tan augustas, que pretenden responder a la situación de angustia real y generalizada que se vive en el nuestro país, me chocó esa cuestión del lenguaje postural de Su Majestad. Ese recibir a las cámaras que le estaban grabando digamos casi que a portagayola, como dicen los taurinos, ahí asentadico en el borde de la mesa de su real despacho, como las charletas que se soltaba el bueno de José María Carrascal al filo de la medianoche en Antena 3 años ha. ¿Se acuerda, doctora, del informativo aquel? Toda la vida acostumbrado uno a ver a SM apoltronado para dirigirse a los españoles/as, y ahora resulta que pega un bote y se acomoda en el borde de la mesa, al filo de lo imposible. Dicen los entendidos que la Monarquía se está modernizando, pero los hay malvados que van más allá y dicen que, si se quieren modernizar de verdad, dé un paso al frente para irse atrás, se vayan con sus pompas y sus atavíos y venga la Tercera República, que es una construcción más avanzada que esta monarquía centenaria. Para la próxima consulta, doctora, creo que voy también yo a variar la liturgia de esta consulta: en vez de estar tumbado en el diván, me voy a sentar en el borde de la mesa a pegar la hebra con usted. ¿Qué tiene que decir?»