Pura caverna, purita reacción

Los señores y las señoras de este vídeo que he insertado aquí abajo, tan ilustrativo, ¿qué aplauden? ¿Acaso están festejando que su equipo de fútbol ha subido de categoría, que su hija ha sacado todo sobresalientes, que por fin encontraron el truco para hacer pan perfecto, que se ha acabado el hambre en el mundo, que el ser humano ha logrado llegar a Venus, que se acabó la crisis? No. No son esos motivos festivos los que les hacen solazarse. Hace once años ya aplaudieron que nos metieron de hoz y coz en una guerra, la de Irak, sin motivos y sin explicaciones. Anoche aplaudieron que acababan de rechazar una iniciativa socialista en contra de la contrarreforma de la ley del aborto. Sin saberlo, con sus alharacas y sus chistecitos, con sus jaleos y sus aplausitos, han quedado retratados para la posteridad como lo que son: reaccionarios en la defensa de las libertades de las mujeres. Son pura caverna, purita reacción.

Dos años que parecen dos siglos

Mariano Rajoy lleva dos años en el puente de mando monclovita, pero parecen dos siglos, y no de avance precisamente. Dos siglos de retroceso, claro, con sus cositas, sus chascarrillos, sus tontadas… Dos siglos sin freno y hacia atrás, muy hacia atrás como se demuestra con la última barbaridad de recortar los derechos de la mujer a allá por los años 80 de la centuria pasada.

Grandes y pequeños héroes

Nelson Mandela
Nelson Mandela

La muerte de Nelson Mandela ha poblado este viernes los titulares de los medios de comunicación de todo el mundo de homenajes al gran héroe que se ha ido, al combatiente por los derechos humanos, al baluarte de conceptos como igualdad, dignidad y justicia social. Al político que encarnó valores universales y que cobró trascendencia allende las fronteras de su país, Suráfrica. Fue un gran héroe, sin duda, cuyo nombre ha pasado a la Historia con mayúscula. Aunque hay también otro género de héroes, más desconocidos. Yo hace poco tuve oportunidad de conocer a un héroe anónimo, a un médico de la maltrecha sanidad pública que el otro día comentaba cómo la Comunidad de Madrid y otros gobiernos regionales conservadores no dejan operar todo lo que podrían los grandes hospitales y prefieren derivar los pacientes a la privada. Él, a calzón quitado, reconocía que el Gobierno del PP lo que busca es hacer caja con los derechos de tod@s, y que luego no es casualidad que más de un consejero acabe trabajando en las empresas privadas que reciben estos jugosos beneficios. En fin, lo que todos sabemos, pero explicado así cuando uno habla con reputados profesionales de la sanidad pública cobra una fuerza aterradora. Y de esta manera ocurre que, por ejemplo, los implantes que se ponen en la sanidad privada no son, ni de lejos, de la calidad de los que se emplean en la pública, porque ya se sabe que donde prima el beneficio, no se busca precisamente el beneficio del paciente, sino el de la cuenta de resultados. Esta es la políca del PP: descremar lo público para que otros se beneficien. Y si quiere usted educación, que se la pague; y si quiere sanidad, que se la pague también, porque la tesis de los conservadores es que ni la educación, ni la sanidad de calidad deben estar por igual al alcance de todo el mundo. Para el médico del que hablo, justicia social es algo tan elemental como que una abuelita de un barrio obrero reciba el mismo tratamiento médico que el rey -que, por cierto, se podía haber operado perfectamente en la sanidad pública-; eso es justicia social. En el Día de la Constitución no está de más hablar de conceptos, como el de justicia social, que se están poniendo en riesgo, y por los que hay muchos grandes héroes que han peleado, y muchos pequeños héroes que siguen peleando por los valores que Mandela encarnó. Por todos ellos, por la justicia social, va el Nkosi Sikeleli, el himno nacional surafricano.