Videojuegos

Policías, en Londres
Londres

¿Qué está pasando? ¿Por qué hordas de jóvenes saquean, queman y revientan por las costuras la ciudad de Londres y otras localidades del Reino Unido? Son disturbios con aroma de videojuego, con la estética de destrucción nihilista que ambienta estos entretenimientos de los adolescentes (también de los españoles). La mecha parece haberla prendido la muerte de un joven a manos de la Policía, pero el trasfondo de este asunto es más complicado: tensiones raciales, pobreza, desarraigo social, ansia de violencia por la violencia… Jóvenes que quizá confunden la vida con un videojuego. Pero no valen los análisis simplistas: la política debe también preguntarse por qué se suceden estos conflictos. No es tolerable tanta violencia, aunque habría que ir al fondo del asunto. El diario británico The Guardian apunta algunas claves para tener una foto de conjunto, más allá de las llamaradas, en un artículo que merece la pena leer, en el cual recuerda que Reino Unido es hoy un país en el cual «el 10% más rico es ahora 100 veces más rico que los más pobres, donde el consumismo afianzado sobre el endeudamiento personal ha sido incentivado durante años como la solución para una economía vacilante y donde, según la OCDE, la movilidad social es peor que en cualquier otro país desarrollado». Adolescentes asaltando almacenes para llevarse reproductores de vídeo, televisores, ordenadores… como para procurarse un futuro cobijo para su realidad de videojuego. Pero la vida no lo es, y refugiarse en un videojuego es cerrar los ojos a un futuro que estos jóvenes no parecen encontrar. Game over.

Camps, dimita ya

Camps
Camps

En una democracia avanzada, como la británica, el primer ministro va a comparecer hoy en el Parlamento para dar su versión de los hechos sobre el escandaloso caso de las escuchas ilegales del extinto diario News of the World del grupo Murdoch (al que por cierto presta sus servicios nuestro JM Aznar). En una democracia menos avanzada, como la nuestra, hay un presidente autonómico que está a punto de sentarse en el banquillo de los acusados por un flagrante caso de corrupción, sin que de momento haya noticias de que haya presentado su dimisión, que es lo que tendría que hacer -y si no lo hace él, su partido debería obligarle sin demorarse un segundo-. A todo esto, sus superiores jerárquicos (empezando por Rajoy, que opta nada menos que a ser primer ministro de España) siguen sin dar una explicación sobre el particular. Si quieres recordarle a Camps cómo deberían funcionar las cosas en una democracia avanzada, firma esta petición de Avaaz para que se vaya a su casa.