Soy raro

Raro
Raro

En mi barrio obrero no hay banderas de España en estos días de agitación. Bueno, alguna. Pero apenas ninguna en comparación con todas las que proliferan en las barriadas pudientes de la capital. Se ve que la gente tiene otras preocupaciones y que ha hecho del hartazgo ante la situación catalana su enseña, que también puede ser. Es muy difícil ser humano y no sentir una especial inflamación patriótica ante un trapo de colores, sea del signo que sea. Hay algo en nuestra programación informática, en nuestro cerebro o en alguna de las miles de revueltas del ADN que impele al ser humano a creer en realidades sobrenaturales y a excitarse ante himnos y proclamas patrióticas. Yo creo que ya no es tiempo de tribus, sino que formamos parte de una comunidad de ciudadanos y ciudadanas que debería aspirar a la igualdad, a la libertad y a la fraternidad, y todo lo demás es accesorio, empezando por el nacimiento, que es fruto del azar más puro. Ese desapego a los símbolos se acrecienta si, además, uno posee convicciones de izquierda universales y que traspasan las fronteras. Pero resulta que hay mucha gente que se dice de izquierdas y también se conmueve y se inflama con entelequias. Así que soy doblemente raro, por lo que se ve, tal vez como los miles de vecinos de mi barrio obrero cuyas preocupaciones son llegar a fin de mes o el estado de los servicios públicos. Son cientos de años de historia, guerras y conflictos a cuenta de banderas como para volver a ensimismarnos con patrias. Pero, por lo que se ve, soy raro.

Aquí no triunfamos todos

Ofrenda floral en Canaletas
Ofrenda floral en Canaletas

La raya entre información y espectáculo está en peligro de desaparición, si no extinta ya. Cuesta cada vez más que esa frontera tan delicada se respete, y todo vale si sube la audiencia y los anunciantes engordan las cuentas de las cadenas. Determinados medios convierten la realidad en un circo y luego se quejan amargamente de ese circo al que ellos tanto contribuyen. Hace unas semanas recuerdo haber escuchado a una locutora ensalzar el esfuerzo informativo –sin duda encomiable– que habían hecho en su medio de los atentados de Cataluña sucedidos días antes. Hasta ahí, bien. El asunto se complicó cuando, llevada de tanta loa, ella y otra periodista que estaba informando desde uno de los escenarios de estos sucesos se echaron tantas flores que la primera se vino arriba y zanjó la escalada de almíbar con un escalofriante “bueno, compañera, aquí triunfamos todos”. Pues no: todos, lo que se dice todos, no. No triunfan ni las víctimas, ni sus familiares, ni los heridos, ni todas las personas aterrorizadas por tanto mal. No puede valer todo en los medios, aunque ese sea el modelo cada vez más dominante. No hay que olvidarse del que sufre. Mala cosa si los medios pierden la perspectiva de la sociedad a la que deben servir.

Carabanchel Alto, nación

Manolito Gafotas
Manolito Gafotas

En resultas que el promotor del acto por el denominado derecho a decidir que se iba a celebrar en Madrid el próximo día 17 proviene de Carabanchel Alto, como yo mismo, Alberto Chicote y el gran Manolito Gafotas. Ha habido mucha alarma y alharaca contra este activista y la Justicia ha prohibido la celebración de este acto que había sido autorizado por el Ayuntamiento de Manuela Carmena. No lo entiendo, porque, sin duda, el referéndum de Cataluña es motivo de honda preocupación, desde decenios, entre los pobladores de un barrio humilde, obrero y cariñosamente periférico como del que procedo. Yo siempre he pensado, la verdad, que Carabanchel Alto debe ser considerada una nación. Solo hace falta un poquito más de pedagogía y de instrucción en las aulas carabancheleras para que este concepto llegue a triunfar. Será la manera de reivindicarnos frente al maltrato permanente de los vecinos envidiosos de Aluche, Cuatro Vientos y Carabanchel Bajo, que nos vienen ninguneando desde hace siglos. Ay, los de Carabanchel Bajo: nunca han soportado que en el Alto corriera más el aire y fuéramos más mejores y más guapos que ellos. Hacen falta más activistas por la independencia, de Cataluña y de donde sea, sí. Por todo ello, Carabanchel Alto, nación ya. Votación y emancipación. Basta de ser una colonia de los barrios de los alrededores. Pongamos fin a tanta opresión.