Usera, puerto de mar

Barco
Barco infantil, listo para colorear

Semana a semana se produce el milagro. Una sala de teatro, nave más que sala por la singladura en la que nos embarca a tod@s, hace que este modesto barrio de Usera se haga la mar océana de las artes escénicas de la mano de obras de primer nivel, nunca antes vistas en un barrio como este y que antes, para ser vistas, requerían que uno tuviera que desplazarse hasta el centro de la ciudad. Sopla el viento, se inflan las velas. De todas las obras que he visto este año, ahora que llega el final de 2014 y a los humanos nos gusta hacer balance, me quedo con cinco piezas que me encantaron: Mendoza, de Los Colochos Teatro; Yo de Mayor quiero ser Fermín Jiménez, de El Pont Flotant; El Minuto del Payaso, de Teatro el Zurdo; La cena del Rey Baltasar, de la Compañía Los Números Imaginarios, y El Examen de los Ingenios, de Bedlam Teatro. Me dejo alguna en el tintero fijo, porque alguna obra que quise no pude ver, pero este ramillete me trae a la memoria un montón de recuerdos y de agradecimientos a los hacedores de esta magia y de tanto arte. Y cualquier elección es injusta y parcial, porque, para mí, tiene mucho, muchísimo mérito, quien salta a las tablas, vence su miedo y nos hace partícipe de su obra y de su arte, pues tal es el objeto del teatro. La Kubik Fabrik y sus arrojados y animosos tripulantes transforman a esta periferia en el centro de la ciudad, con gentes de todo Madrid que se acercan hasta aquí para presenciar el milagro. Y, ojo, que en 2015 prometen muchas sorpresas para seguir creciendo, así que atentos al telón. Semana a semana, la Kubik convierte a Usera en un puerto de mar, con barquitos atracados y barquitos a punto de zarpar.

Un minuto te puede salvar la vida

El minuto del payaso
El minuto del payaso

El payaso está contratado para hablar un minuto, en una función benéfica, pero lo hace alrededor de cincuenta en un monólogo a modo de un plano secuencia en el que reflexiona sobre el arte y sobre la vida ante su deslumbrado auditorio. Cincuenta minutos de este único protagonista que pasan en un suspiro y cuyo recuerdo pervive y me hace aún sonreír a pesar de haber visto el estreno de la obra hace una semana. Esta noche, a las 22:00, el payaso, interpretado por Luis Bermejo (Teatro del Zurdo) vuelve a la Kubik Fabrik, a volver a representar ese arte «que permite entretener la vida y olvidarnos de que tenemos que morir». Describe Bermejo en El minuto del payaso, que alterna risas y sonrisas y hace verter alguna lagrimilla, que en un minuto «Charlie Rivel nos hacía llorar de risa. Y Tortell Poltrona nos calienta el corazón. La gente entra con toda su mierda y con todo su mundo hijo de puta. Y en un minuto se lo arrancas y lo tiras lejos, fuera de aquí. Luego salen a la calle y se tropiezan con él y se lo vuelven a meter en el bolsillo. Se meten en el bolsillo su mundo de hijo de puta como si fueran las llaves de su casa, pero se les ha quedado dentro la lucecita de una sonrisa. Y cuando menos se lo esperan, en medio de su mundo de hijo de puta, se les mete en el oído la voz de Zampabollos («un puentecito, un puentecito»), o la voz de Charlie Rivel («uhhhhhhh») o lal voz de Pepe Viyuela («jodeeerrr»). Ese minuto les puede salvar la vida». Cuando acaba la obra, cada espectador sale con una nariz de payaso que no es metafórica y cuyos efectos, como yo he experimentado, perduran.