El cometa

Cometa
Cometa

Estábamos en el pueblo esperando que en el cielo apareciera el cometa. Él se lleva los males, nos quita de todo lo malo y nos deja solo lo bueno. Cada vez que se ha manifestado ha ocurrido algo bueno: la muerte del emperador, la huida de la zarina, la caída del campanario. Siempre es venir el cometa y liarse una gorda, pero para mejor. Hace tiempo que no vemos el cometa, pero con esta política de recortes seguro que los ajustes han llegado también al espacio celestial y ahora estas manifestaciones tan caras han quedado restringidas. Atanasio lleva días haciendo unas raras danzas que encontró en un manuscrito para, dice, atraer los cometas. Leovigilda dejó de salir a cazar porque cree que eso también es favorecedor. Tomasito ya no pesca percas. Todos estamos junt@s y conjurados en la llamada al cometa, que se lleva lo malo y nos deja lo bueno. Y en esto estábamos cuando llega el que dice ser nuestro rey y mata un elefante, que son tan amigos de los cometas por su naturaleza sagrado. Hay que joderse con el pavo este. No vamos a volver a ver al cometa nunca jamás.

La plebe semos asín

Pobres
Pobres

«En los cuentos de mi hija, doctora, los reyes son seres generalmente magnánimos y sabios. También los hay cabronzuelos, pero acaban siendo derrocados en actos de justicia poética. No los hay escopeteros, ni cazaelefantes. A ver cómo le explico a la niña, a mi reina, que es preferible que se quede con esos, con los reyes de los cuentos, que son inofensivos, o con los Reyes Magos, en los que tanto cree y que por tanto existen, que son los que traen regalos y, como mucho, escopetas de juguete con balas de corcho atadas con un cordel. Pero esta niña que es tan lista seguro que se preguntará cuando vea la noticia en los telediarios: «¿Y este rey no se podría dedicar a cazar otras cosas? Por ejemplo, a cazar comida para toda la gente que en el barrio la busca en los contenedores de basura, algo cada vez más frecuente. O a cazar trabajos para los casi seis millones de españoles que no lo tienen y que posiblemente jamás puedan viajar hasta Botsuana, el territorio de la realidad irreal donde el rey caza paquidermos». La plebe semos asín, doctora, ni pensamos en cazar elefantes, ni queremos ir a Botsuana. Solo deseamos, doctora, que no nos caiga un elefante sobre la cabeza en forma de mala noticia, como quedarnos sin trabajo en estos días inciertos.»

PD.- Si viviéramos en la III República y el presidente hubiera protagonizado semejante episodio, ¿qué pasaría? Casi con toda seguridad, se habría tenido que ir a su casa a recuperarse de la operación de cadera, para siempre.

Cementerio para elefantes tiranos, ya

Elefante
Elefante

Cuando los elefantes tiranos están en el poder, acostumbran a dar muchas, muchas patadas por debajo de la mesa. Por encima de la mesa suelen sonreír con sus cerúleos rostros de esfinge, sobre todo en encuentros oficiales con otros mandatarios occidentales que nunca les han hecho demasiados ascos y cuando estrechan con sus manos de manicura las manos de los gerentes de los bancos en los que depositan el dinero que han trincado durante largos años de rapiña. Pero por debajo de la mesa no paran de patalear, y no precisamente de forma inocente y traviesa. Cada vez que patalean, apachurran bajo sus pezuñas las ansias de libertad y democracia de muchos de sus compatriotas. Ha ocurrido durante mucho tiempo con el elefante que vivía en El Cairo. Ocurre a veces, aunque no en todas las necesarias, que los paisanos del elefante se hartan de él, y patalean más y más fuerte hasta que consiguen echarlo. Ha pasado en Egipto. Antes en Túnez. Y quizá siga ocurriendo con otros elefantes de otros tantos países árabes. El sonido de las pisadas del elefante, que era tan estruendoso y que daba tanto miedo, se ha ido alejando, desvaneciéndose poco a poco, hasta desaparecer. Las pisadas del elefante serán una posible fuente de pesadillas nocturnas para los niños y niñas de este país, de pesadillas que sus padres tuvieron que padecer en vida. Como esta ola de revuelta árabe siga, van a tener que ir pensando las naciones del mundo en dedicar un gran terreno en algún desierto ignoto para que todos estos elefantes tiranos se pierdan en él, no sin antes rendir cuentas ante la justicia.