Felices fiestas

Qué fin de año tan raro. Hogaño apenas hay luces navideñas en la gran ciudad, al lado del alumbrado masivo de antaño. Apenas felicitaciones (las de papel pasaron a la historia, por supuesto, pero tampoco las electrónicas se han prodigado mucho, al menos en comparación con las que yo recibía en años precedentes)… Y no creo que sea solo una impresión mía. Está todo más triste, más lacio, más mustio. Este 2012 que ha sido toda una tunda de realidad nos ha desprovisto de los disfraces y las imposturas, para darnos de bruces con lo que hay: y lo que hay es eso, mustio, lacio, triste. Pero tampoco hay que caer en el desánimo ni perder la esperanza, aunque vengan tan mal dadas. Yo esbozo una sonrisa por las cosas buenas que me han pasado este año, y otra más por las cosas buenas que vendrán, a pesar del aspecto tan amenazador que tiene 2013. Traslado a los lectores de este cuaderno de bitácora mi deseo de felicidad y de que todo se vaya arreglando, que mi hija Estrella plasmó en esta felicitación con la que ganó un concurso en su colegio. Ella es, también, garantía de felicidad y de futuro. Felices fiestas.

Felicitación navideña de Estrella
Felicitación navideña de Estrella

No-edificar el porvenir

Líneas rojas que no se deberían traspasar
Líneas rojas que no se deberían traspasar

«De tanto decir que sí a todo, ahora no puedo decir a nada que no, doctora. Durante años era todo que sí y no faltaba de nada. Sí a aquello, sí a lo otro, sí a lo demás allá. Y ahora que lo perdí todo, doctora, no puedo decir a nada que no. No puedo negarme a recibir asistencia social, porque me moriría, y mira que soy orgulloso y quién me iba a decir a mí que las iba a pasar así de putas. Miro al horizonte y cuando el sol despunta cada mañana por el este veo que se alzan también las letras ene y o, no; que no hay futuro, que por mucho que amanezca sigue siendo de noche. Yo esperaba, en mi tontuna, algún rayo de esperanza en la entrevista del lunes al presidente en TVE, mira que soy imbécil y cretino, pero es que este hombre es el no personificado y es incapaz de generar una mínima ilusión. Es que no pronunció ni una sola vez algo semejante a «saldremos de esta» ni nada que se le pareciera, y mira que podía haberlo intentado, que a alguien tan familiarizado con la mentira no debe costarle demasiado. También me alarmó mucho que no trazara ningún límite en el recorte de servicios públicos, que no marcara líneas rojas (algo comentó de pensiones, pero conociéndole, los jubilados harían bien en llevarse la mano a la cartera). En suma, doctora, que por todas partes leo no, no y no, y si antes miraba al futuro con optimismo, ahora me da mucho pavor. Miedo no solo por mí, sino por el futuro de nuestros hij@s, por los noes a derechos y libertades que van calando y sobre los que se va a no-edificar el porvenir.»

33

Constitución del 78
Constitución del 78

Un joven, una joven, de 33 años de hoy en España posiblemente no atraviese el mejor de sus momentos. Quizá este en paro, sin demasiados visos de encontrar pronto un trabajo. Quizá esté trabajando con un sueldo miserable. Quizá desempeñe una función muy por debajo de sus posibilidades y de la formación que ha recibido. Quizá tenga miedo por el futuro y no haya conocido tampoco nunca un pasado demasiado boyante. Quizá no encuentre nunca casa, y lo de los hijos, si es que los desea, parecerá una quimera lejana. Quizá esté pensando en emigrar. Y mirará a su alrededor y se encontrará a sus amigos y colegas en parecidas situaciones, y a su pareja, si la tiene, estará poco más o menos. La Constitución, que hoy cumple también 33 años, debería dar respuesta a esas situaciones, pero, ¿lo hace?