Rosquillas tontas

Rosquillas tontas
Rosquillas tontas

Si llevamos tantos meses de recortes en pos de alcazar el inalcanzable objetivo del déficit, intensificados de manera brutal y despiadada bajo la férula conservadora, y todo sigue igual o incluso a peor como constatamos todos en nuestras vidas cotidianas, día tras día, ¿no será el momento de plantearse que el camino de la guadaña no funciona y que así no vamos a recuperar los nutrientes del crecimiento? Recorte tras recorte, tajo tras tajo, van a dejar hasta sin su rica cobertura de azúcar a las rosquillas de San Isidro: todas tontas, todos tontos. Qué amargura.

PD.- ¿Alguien sabe dónde para el jefe del Ejecutivo, que no da explicaciones de qué demonios está ocurriendo? Ya apenas recuerda uno su nombre. Rajoy, ¿no? ¿Se imaginan que el presidente Zapatero hubiera hecho lo mismo? Los rugidos de la caverna ultraderechista y de su atroz coro mediático nos habrían dejado sordos.

Los cascotes

Casco
Casco

Las calles de España están repletas de gentes desnucadas. Durante años hemos estado levantando entre todos, con desigual reparto de responsabilidades, castillos en el aire en forma de hipotecas infladas, sobreprecios por pisos que no valían lo que pagamos por ellos y cuyo valor se ha desplomado de forma brutal. La llamada burbuja inmobiliaria. Ahora algunos parecen haber descubierto la ensoñación en la que hemos vivido, puesta de manifiesto con el escándalo de Bankia, y se llevan las manos a la cabeza. Hemos estado levantando castillos en el aire, castillos que parecían de naipes, pero que resultaron ser de hormigón y mazacote. Y los cascotes resultantes del desastre nos han pegado ahora en toda la cabeza. La diferencia es que algunos estaremos de por vida atados a hipotecas miserables, por no escribir hipotecas de mierda, y que otros (vulgo Rodrigo Rato) salen por la puerta de atrás con indemnizaciones millonarias (tiene tela: 1,2 millones de euros en el caso del ilustre prócer). Así van las cosas en este país, y no hay cascos suficientes para tod@s.

Los sabáticos selváticos

¡Oh, sorpresa!
¡Oh, sorpresa!

«¿Y si emprender un año sabático, doctora, fuera un peaje obligatorio a estas alturas de la vida? Los guiris anglosajonaicos se toman esta práctica con 18 años, pero lo que mola es hacerlo ahora, en el ecuador del camino. Venga, descompresión. Fuera agobios. A reírse y a descansar. La crisis, para los crisáceos y los crisantemos. Nosotros a disfrutar, a fundirnos los pocos ahorros antes de que se los coma el BCE y a viajar quién sabe dónde. Una baja voluntaria en el trabajo, un avión y a volar. Pirémonos a algún sitio o selva donde ni siquiera entiendan nuestro idioma, el idioma de los urbanitas tontos. No, no hace falta ir al extranjero, igual podemos encontrar el paraíso aquí mismo. Venga, si nada merece la pena, pirémonos. A la vuelta, si hay retorno, ya pensaremos qué demonios hacemos con nuestras vidas, si es que hay vidas. Doctora, rompa su rutina y deje de atender pacientes tarados: escápase conmigo, pongámonos ambos en barbecho sabático, a descansar la tierra de nuestros cuerpos en alguna selva, a ver qué germina y qué florece en el futuro.»