De Stradivarius

Stradivarius
Stradivarius

«Mire usted, doctora, que pensaba yo en la cantidad de gente que va de jefe, pero no sabe comportarse como tal, especialmente en estos tiempos de crisis. Que no sabe ejercer su responsabilidad, ni cuidar a sus subordinados. Imagine usted tener un Stradivarius, que no están ni a su alcance ni al mío (yo solo los he visto en el Palacio Real de Madrid), y en lugar de conservarlo en perfecto estado y en una vitrina, lo tuviera usted descuidado y cubierto de polvo. Y cuando lo fuera a tocar, le echara la culpa de que desafinara al pobre instrumento. No, oiga, si la culpa es de usted, que no cuida cosas tan valiosas, ni sabe lo que quiere. Digo yo, doctora, que esa persona de lo que debería preocuparse es de tener afinado el Stradivarius y en perfecto estado de revista, de mimarlo, de ser, en definitiva, buen director de orquesta y de de dejar de echar las culpas a los demás. (Por cierto, ¿qué nos dan de mamar en este país para que siempre haya seres que tengan que estar buscando culpas y culpables?) Porque el supuesto jefe que no respeta a los demás en su trabajo, el que desprecia y no trata bien a sus subordinados, es que no les quiere y, por tanto, no se los merece, ni se merece que a él le quieran.»

Peligro: zona de babas

Pelota
Pelota

«Doctora, esta puede ser una división presente en todas las relaciones humanas. Yo maldigo tanto a los pelotas como a quienes les gusta ser peloteados. Esos seres que solo sueltan babas asquerosas ante sus superiores, confeccionando feos vestidos de saliva. Sí, amo. Sí, bwana. Qué personajes. Y esos peloteados, sus superiores, que en su infinita vanidad se creen los más listos, los más inteligentes y los más mejores del mundo mundial. Unos y otros se necesitan en una relación patológica de naturaleza psicosomática, que diría usted: los primeros para hacer sus vestidos de baba; los segundos para vestirse con ellos. Tienen relaciones de interdependencia y no pueden vivir los unos sin los otros, y viceversa. No se dan cuenta de que esos vestidos son bastante pobres y asquerosos, que se desbaratan con un simple golpe de viento, y que, al final, los peloteados están absolutamente desnudos aunque no quieran ser conscientes de ello. Y que los pelotas se vuelven naturalezas muertas sin sus babas.»

Violencia social

Protestas en Valencia
Valencia

A los estudiantes valencianos que protestan contra los recortes del PP se les golpea, y a continuación la derecha gobernante (jaleada por toda una inmensa caverna mediática) busca todo tipo de disquisiciones para justificar la brutalidad. Los médicos advierten de que los ajustes del PP están poniendo en riesgo el Estado del Bienestar. La nueva reforma laboral del PP permitirá dar una patada en el culo a los trabajadores sin apenas contrapartidas. ¿No es todo esto violencia social, ejercida por un Gobierno del PP que iba a ser tan centrado y tan centrista? Aquí se está produciendo un ajuste de cuentas, pero ideológico y con ADN marcadamente derechista: la teoría del sálvese quien pueda y de que el Estado es un estorbo y no debe ejercer ningún papel contra las desigualdades. Si quieres educación, te la pagas. Si quieres sanidad, te la pagas. El que no pueda, que arree; mala suerte. Y el coste de la crisis no se hace recaer sobre los bancos, sino sobre los obreros, que cobran demasiado y trabajan poco. Atención: solo han pasado tres meses desde las elecciones, pero la España más negra ha aflorado y se ha apropiado del escenario.

PD.- A Baltasar Garzón se le expulsa hoy de la carrera judicial. Hoy, 23-F, fecha de infausto recuerdo para los demócratas. Parece la última broma macabra que se puede hacer con él.