La jodimos

Panes y levaduras
Panes y levaduras

La jodimos, tronca: se nos pasó el arroz para ser influencers de la vida. Parece ser que ganan un cojón de mico, hasta seis mil pavos mensuales, por grabarse sus ocurrencias en este mundo de tiranía de lo audiovisual. Los tales influencers de todo dan consejos y acerca de todo pontifican. Yo apenas sé de nada, así que mal influencer podría ser. Bueno, va, entiendo algo de masas, alguna herencia genética de un abuelo panadero que se me enredó en los ade-ene-s. Hago pan, roscones y polvorones y cosas así: molan.

Es curioso cómo se va relacionando todo, porque la política española se está llenando de muchas masas levadas, sometidas a mil levaduras y polvos gasificantes, así que ahí puede haber nicho de negocio, ¿no te parece? Mucha levadura en materias en las que debería haber mucha masa, reposo, consenso y sosiego; lástima no aprender de las lecciones de nuestra historia en este desmemoriado país.

En los estantes de las panaderías de la derecha están apareciendo nuevos productos que condensan su “programa” en unas pocas frases gruesas más pensadas para poner tuits y captar adeptos rápidamente, que para debatir a fondo y aportar miga y consistencia al sentido común de los mortales. Son los riesgos de las redes sociales y los memes, que alimentan monstruitos. “Dicen lo que pensamos todos”, escuché a alguien recientemente, al respecto de la flamante fuerza de derecha ultra. Que es tanto como decir: “Nos regalan los oídos con lo que queremos escuchar” o “nos dan el pan que queremos comer”. Y ande yo caliente, y ríase la gente, ya tú sabes.

Pues ojo. Porque lo que sí que es de todos sabido es que comer pan caliente causa trastornos digestivos, así que ándense con cuidado para ver cómo organizan su menú. La cagalera puede ser de aúpa. Y otros, mientras tanto, nos lamentaremos de no haber elegido ser influencer, o panadero, de mayor, y ya será tarde.

Un volcán bajo los cimientos

Techo del hemiciclo
Techo del hemiciclo

Hoy un diputado ha insultado gravemente a un ministro del Gobierno de España, disparando en el hemiciclo una tensión insoportable. ¿Ha reparado este diputado en la imagen pública que actitudes como la suya producen, minando por completo la confianza de los ciudadanos en la política? ¿Le importa algo? En otras ocasiones son otros los que vierten sus porquerías. Deberían sobrar los exabruptos y las palabras gruesas en el que algunos llaman templo de la palabra. Porque la imagen que se traslada a la sociedad es penosa, porque se alimenta un caldo de cultivo ideal para para la propagación de populismos y extremismos.

He escrito muchas veces que la política interesa y es noticia cuando es escándalo y es bronca. Los medios también tendrían que reflexionar. Porque no es normal que el debate de esta mañana en los mentideros mediáticos fuera si hubo escupitajo o no al ministro Borrell.

En el solar que ocupa el Congreso de los Diputados había un monasterio, el convento del Espíritu Santo. Hoy parece, más bien, que bajo esos cimientos se esconde un volcán de lava ardiente cuyas fumarolas tapan todo el trabajo que se lleva a cabo en esta Cámara en beneficio de la sociedad a la que se debe y que es fuente de su legitimidad.

El Omron

El Omron
El Omron

Desde que mi suegro, doctora, se compró el aparato para medirse la tensión en casa, se ha vuelto loco. Fue detectarle el mal el médico de cabecera, como se decía antes (nunca se ha acostumbrado a llamarle médico de familia, como se dice ahora) y enloquecer. Le cuento el caso porque tengo confianza con usted. Resulta que fue detectarle el médico de cabecera, perdone que me repita, que su tensión ya no es la que solía ser y que tendía a la hipertensión, recomendarle el susodicho galeno que se la tomara la tensión de cuando en cuando y ya se ha vuelto loco, como todos los que le conocíamos ya suponíamos. Se ha comprado un cacharro llamado Omron en la farmacia de la esquina y se la toma cada dos por tres. Como está en casa y se aburre mogollón, pues venga a jugar con el cacharro, que no le llega la pensión para pilas de tanto uso como le da. En función de lo que le marque el cacharrito, toma decisiones sobre su vida, pero en plan minuto y resultado. No dan con el ajuste de medicación que necesita, será la edad, y está grillado con el temita. Que se le ha descompensado por la mañana, pues venga a suprimir sal y cafeses. Que parece que le baja a la tarde, pues viva el filete sabroso y paso de caminatas. Vive a golpe de toma de tensión. A veces despotrica de los políticos a los que conoce de la tele, de los que dice que toman decisiones a golpe de tuit o de encuesta, que son sus peculiares indicadores de la tensión del país, según le cuentan sus nietos, que él ya está mayor y no entiende nada del nuevo mundo. Les maldice, pero él viene a hacer lo mismo con su vida. Si hubiera sido político, solo dios sabe la que podría haber liado.