Los sinvergüenzas

Plantación algodonera en Alabama
Plantación algodonera en Alabama, donde regresamos

«Una amiga, excompañera de curro, consiguió hace nada un trabajo, doctora. Para ella han sido largos, larguísimos meses, los que ha pasado en el dique seco, sin nada que llevarse a la boca, a punto de tener que volver a vivir con sus padres a la edad que tiene, que es casi la edad que tengo yo, esa edad en la que, sin trabajo, sientes que el abismo se abre ante tus pies y que te ves abocado a una nada casi que absoluta. Como tanta gente que está penando en estos años de crisis despiadada. El otro día me telefoneó con la buena noticia de que acababa de conseguir un curro, y mi primera reacción, tras felicitarla como se merece, fue preguntarle: ¿y te hacen contrato? Le hice la pregunta de manera automática, y me sentí tan mal ipso facto, que ipso facto también me disculpé por temor a haberla violentado. Ella le quitó importancia a la pregunta y me dijo que sí, que tenía contrato y todo. Pasados los días pensé en lo mal que me sentí por hacerle esa pregunta, que para mí era casi tanto como haberle preguntado: ¿Y te pagan?, ¿y no te azotan?, ¿y tienes derecho a descanso entre semana? Pero es tal el retroceso en derechos laborales y las precarias condiciones que están ofreciendo a trabajadores valiosos que, eso, la pregunta estúpida, impensable hace unos años, me brotó de manera automática. Ahora pienso, doctora, que no me debí sentir mal. Que quienes deberían sentirse mal son la cantidad de sinvergüenzas sin escrúpulos que están contratando gente por cuatro duros, sin derechos, en precariedad absoluta, y que, sin embargo, nunca jamás pedirán perdón por las condiciones lamentables de los puestos de trabajo que ofrecen aprovechando la desesperación de la gente, cuando ofrecen algo.»

El IVA de los chuches

Chuches
Chuches

Santo Dios. Cada viernes un sobresalto con este Pop Party. Ayer se desdicen por enésima (sin duda penúltima vez) y, en un nuevo ejercicio de malabarismo político, el Gobierno anuncia sin anunciar (así hace las cosas este Ejecutivo, como sin querer, para que no duela aunque duela igual) un aumento del IVA para 2013 como última bala contra el rampante déficit, echando por tierra todo lo que habían dicho al respecto. ¿Recuerdan aquella fabulosa campaña de Esperanza Aguirre contra el alza de este impuesto cuando el PSOE lo hizo? ¿Se acuerdan de aquella fastuosa declaración de Mariano Rajoy sobre el IVA de «los chuches» de los pobres niñ@s? ¿Han olvidado todas las invectivas que echaron por la boca? El vídeo de abajo, #MentirasMasIVA, le pega un buen repaso en forma de recordatorio a todo esto. Y lanzan semejante bomba, sin lanzarla, como hacen ellos, el mismo día que se conoce el desolador y calamitoso drama de España con las nuevas cifras del paro reflejadas en la EPA. Un fracaso colectivo como país, la ruina de los sueños de millones de compatriotas que no tienen manera de encontrar trabajo. Afuera cae la lluvia, el agua repiquetea contra las ventanas de mi cuarto, quizá sean las lágrimas de tantas y tantas gentes que lo están pasando tan mal. El Gobierno va a subir el IVA de los chuches. Millones de españoles cada vez están más famélicos y van a pasar mucha hambre en sus derechos sociales con los tijeretazos de estos políticos conservadores. Ayunos de trabajo, ayunos de derechos.

PD.- Qué mezquinos son los eufemismos del poder. Ayer en el Gobierno le dieron todo tipo de vueltas para evitar hablar de incremento de IVA, que disfrazaron como un aumento de la «imposición sobre el consumo». Mala cosa no nombrar las cosas por su nombre, más en Rajoy, que se había comprometido en su investidura a «decir la verdad, aunque duela, y a llamar al pan, pan, y al vino, vino».

De Stradivarius

Stradivarius
Stradivarius

«Mire usted, doctora, que pensaba yo en la cantidad de gente que va de jefe, pero no sabe comportarse como tal, especialmente en estos tiempos de crisis. Que no sabe ejercer su responsabilidad, ni cuidar a sus subordinados. Imagine usted tener un Stradivarius, que no están ni a su alcance ni al mío (yo solo los he visto en el Palacio Real de Madrid), y en lugar de conservarlo en perfecto estado y en una vitrina, lo tuviera usted descuidado y cubierto de polvo. Y cuando lo fuera a tocar, le echara la culpa de que desafinara al pobre instrumento. No, oiga, si la culpa es de usted, que no cuida cosas tan valiosas, ni sabe lo que quiere. Digo yo, doctora, que esa persona de lo que debería preocuparse es de tener afinado el Stradivarius y en perfecto estado de revista, de mimarlo, de ser, en definitiva, buen director de orquesta y de de dejar de echar las culpas a los demás. (Por cierto, ¿qué nos dan de mamar en este país para que siempre haya seres que tengan que estar buscando culpas y culpables?) Porque el supuesto jefe que no respeta a los demás en su trabajo, el que desprecia y no trata bien a sus subordinados, es que no les quiere y, por tanto, no se los merece, ni se merece que a él le quieran.»