Reina Juana

La estatua de Juana I, en Tordesillas
La estatua de Juana I

Una estatua solitaria recuerda la figura de Juana I de Castilla en la ciudad vallisoletana de Tordesillas, a orillas del Duero, donde murió en 1555 después de decenas de años de presidio en vida. La motejaron como “la loca” y así pasó a la historia. No son pocos los historiadores que la han intentado liberar de ese dudoso honor. Varios estudios extienden sospechas sobre el papel que jugaron su propio padre, Fernando el Católico, y su propio hijo, Carlos I, para urdir bulos sobre su salud mental con tal de tenerla apartada del poder. Mi castellana favorita, que bien la quiere, me advierte, con mucha razón, de que la historia de este país podría haber cambiado para siempre si Juana hubiera aceptado ponerse al frente de la causa comunera. Es historia ficción, pero, ¿qué podría haber pasado? Tal vez España no se habría embarcado en costosísimas aventuras imperiales que arruinaron el país y los reinos sobre los que se sustentaba la entonces incipiente nación. No lo sabremos nunca. Juana dio lugar a cuadros, películas y piezas teatrales, quién se lo iba a decir. La actriz Concha Velasco le dio vida no hace mucho en una memorable Reina Juana, y la conmovedora interpretación de aquella mujer sin duda atormentada y apasionada fue un bello homenaje a una figura histórica que, como tantas otras, no ha sido bien tratada, como bien prueba el apodo que la acompaña, en el imaginario colectivo de este país tan desmemoriado.

Tradiciones aberrantes

Toro de la Vega
Toro de la Vega

Hoy se celebra en Tordesillas la aberrante tradición del Toro de la Vega, en la que un animal es acuchillado salvajemente hasta morir, perseguido por una turba de personas armadas con lanzas. Ocurre todos los años por esta fecha y tiñe de sangre los campos de esta, por otra parte, bellísima ciudad vallisoletana. En esta ocasión, está circulando por Internet un manifiesto para pedir la abolición de esta fiesta, que ya han firmado personalidades como Maribel Verdú, Antonio Muñoz Molina, Elvira Lindo o Rosa Montero, por entender que «el Toro de la Vega representa, únicamente, una tortura pública» y rechazar que  «en España se entienda como cultura la humillación y tortura de un ser vivo, que se llame arte a un derramamiento de sangre». Menudo festejo.

La difícil sencillez

Manos de Delibes
Manos de Delibes

«Yo siempre he dicho que soy un hombre sencillo que escribe sencillamente», decía el autor. Se ha ido Miguel Delibes (Valladolid, 1920-2010), uno de los grandes de la literatura española, creador de novelas y de personajes imborrables (cómo olvidar al Azarías de Los Santos Inocentes, llevada al cine por Mario Camus, con su «milana bonita»). Quienes glosan su figura y su obra suelen destacar un rasgo de su creación literaria -aparte de coincidir en muchas de las virtudes que acompañaban al novelista y a la persona-, que comparte también cualquiera de sus lectores: la sencillez de la prosa de Miguel Delibes. La difícil sencillez, agrego yo, que al final resulta lo más complicado de conseguir para quien se dedica al oficio de las letras. La complejidad de escribir con sujeto, verbo y predicado, sin artificios, y pretendiendo dar respuesta, o no, a alguno de los grandes interrogantes que nos acompañan desde que venimos a este mundo: el sentido de la vida, la muerte, el sexo, el misterio del amor.