
Todo poder disfraza su actuación, la camufla, la esconde, para intentar ganarse al ciudadano, para hacerle comulgar con ruedas de molino. Y lo primero que hace es revestirla de palabras confusas, de circunloquios y de eufemismos. Lo que sea con tal de no de decir la verdad: solo dicen la verdad cuando mienten. El Gobierno del PP llama reformas, que queda más fino (y ell@s son muy finos, que han ido a colegios de pago y son de familia bien), a lo que en realidad son hachazos y recortes bestiales. Al perdón a los grandes trincadores, la maldita amnistía fiscal para los defraudadores, lo describen como «ley de regularización». Del garrotazo y tentetieso al empleado que conlleva la reforma laboral dicen que es una «flexibilización de las condiciones para evitar el despido». De los tajos a la sanidad aseguran que son «copago progresivo a los medicamentos». De la subida del IRPF sostienen que es un «recargo temporal a la solidaridad» y del aumento del IVA, negado mil veces y ahora aprobado, «subida de impuestos en términos hacendísticos». Así saca las cosas adelante el poder, confundiendo al personal y envolviéndolo todo bajo mil artificios que, en el fondo, solo encubren miseria, egoísmo y drama.