La mujer sin apellidos

Mapa de El Salvador
Mapa de El Salvador

De Beatriz, la joven salvadoreña cuya vida pende de un hilo como consecuencia de la gestación de un feto sin ningún tipo de viabilidad, no se conocen los apellidos. Solo se sabe que es un caso terrible y que las autoridades judiciales de su país le han dado la espalda: no le permiten abortar, aun sabiendo que porta en su interior un ser que no sobrevivirá cuando lo dé a luz, y que el mismo parto puede complicar su vida. Ha sido el escándalo internacional desencadenado por la vulneración de los derechos más básicos de esta mujer sin apellidos -desde ONGs y organizaciones internacionales de todo el mundo al PSOE se han preocupado por su vida- el que está forzando al Gobierno salvadoreño a buscar una solución, al margen de la decisión de los jueces del país centroamericano. De Beatriz no se conocen los apellidos. En este momento puede llamarse Beatriz Humillada, Beatriz Asustada, Beatriz Desolada. Es clave seguir ejerciendo presión para que el Gobierno de un país llamado El Salvador siga los parámetros de su nombre y actúe, y que Beatriz pase a tener un único apellido, para siempre, y que sea un símbolo de lo que jamás puede ocurrir cuando están en juego los derechos de las mujeres: Beatriz Salvada.

SOS gorriones

Gorrión
Gorrión

No sé qué estará pasando en las nubes, pero la cosa es preocupante. No me refiero al frío y a la lluvia, al tiempo gris de esta primavera que no ha llegado a nacer y que aparenta ser un esbozo solo antes de que nos golpee de pleno la canícula. Hablo de los pajarillos que no veo en los parques, en las calles. De los tímidos y gráciles gorriones, el ave por excelencia de Madrid, que yo tanto eché de menos cuando viví en otra parte de España en la que no eran una especie frecuente. ¿Qué está pasando con ellos, qué estará pasando? Su disminución es vertiginosa y ahora cada vez es más raro toparse con ellos, con el macho con su mancha en la papadita y la hembra parda, picoteando siempre tímidos los cachos de pan que les arrojaban los viandantes. ¿Es su disminución, o su retirada, un signo de los tiempos? A mí me gustaría que volvieran y que acabaran las amenazas que se han cernido sobre ellos, porque, sin ellos, siento que Madrid es menos.

Calles despuestas

Calles de Madrid
Calles de Madrid

Antes de la crisis, porque antes de la crisis también había realidad, cuando alguien quería salir demasiado pronto de su casa, casi que a la amanecida, cuando las sombras de la noche difuminan la realidad y todos los gat@s son pardos, siempre había alguien que reponía para intentar disuadirle: «Pero ¿dónde vas? ¿No ves que no están puestas las calles?». Ahora sale uno a la calle, ya sea pronto o ya sea tarde, y las calles ya están puestas, pero puestas de aquella manera. Cruza uno el portal y se encuentra con una realidad cosida a machetazos y con socavones por dondequiera que uno mire. Calles puestas, de aquella manera, sí: aquí se recortaron los servicios de un centro de salud, allí un colegio sobrevive a pesar los tajos. Allí se ve un solar de un polideportivo municipal tan necesario para este barrio, pero que nunca se hará. Por aquella linde, rayana en el horizonte, solía pasar un tren de cercanías que ya no volveremos a oír pasar porque los gestores de la pela han dicho que sale caro. Al sol le falta un cacho porque alguien se excedió con las tijeras de podar, y la luna llora por la noche de angustia con los desvelos de tanta gente que no puede conciliar el sueño. Las calles están despuestas.