Eau d’Humó

Boina
Boina

¿A qué huele este invierno anticiclónico en Madrid? A una apestosa fragancia llamada Eau d’Humó, una delicia para la pituitaria cuya fragancia básica es el dióxido de nitrógeno (NO2) que despiden con generosidad los miles de tubos de escape de los locos cacharros sobre ruedas que atruenan la ciudad. ¿Qué hace el Ayuntamiento de la Villa y Corte? Prácticamente nada. Al contrario: ha cogido el feo hábito de mirar para otro lado cuando se disparan los límites de contaminación. Gallardón ha eliminado incluso las estaciones de medición de las zonas más propensas a acumular malos humos, siguiendo el viejo refrán de ojos que no ven, corazón que no siente (pero los pulmones sí se resienten, apostillo yo, sobre todo los de las personas mayores y críos pequeños). ¿Qué hacen los ciudadan@s? Prácticamente nada: al contrario, aquí casitododios acostumbra a llevarse el coche a la vuelta de la esquina. Hacen falta medidas drásticas para sujetar el uso del coche privado en el centro de Madrid, que la ciudad deje de oler a Eau d’Humó y que una fea boina de mierda deje de ser el decorado que envuelve el paisaje  de la capital desde la distancia. Insisto: la ciudad, para los ciudadan@s.

¡La ciudad, para los ciudadan@s!

Madrid
Madrid

Miden menos de 2,5 micras de diámetro. Ustedes no las pueden ver. Yo tampoco. Pero nuestros organismos sí que las sienten, y se resienten. Y además, cada vez se están detectando más, según los estudios científicos. Hay partículas diminutas en suspensión que se infiltran en nuestros pulmones y nos están matando lentamente. Dañan más a niños y a ancianos. Se llaman PM2,5 y las producen, sobre todo, los motores diésel de los vehículos que pululan por el centro de las ciudades. Sí el suyo también, y el de usted, que se lleva el coche a todos lados a pesar de tener una parada de metro en la puerta de su casa y otra a la vuelta de la esquina de su trabajo. Erradicado ya el tabaco de bares y restaurantes, ¿no podría hacerse lo mismo con la porquería esta que generan los coches? El centro de las ciudades debe ser para los ciudadanos y las ciudadanas, no para los locos cacharros sobre ruedas. Ojalá que en Madrid, que es la ciudad donde resido, haya algún día un alcalde o alcaldesa valiente que se decida a poner fin a la tiranía de los coches en el centro. ¡La ciudad, para los ciudadan@s! Mira, este podría ser un buen lema de campaña…