Mandela y el gol

Nelson Mandela
Nelson Mandela

Se aproxima el comienzo del Mundial de Fútbol de Suráfrica, y los aficionados van llenando los estantes de sus cocinas de patatas fritas, palomitas, refrescos, cervezas, para alegría de los supermercados que hacen su agosto con ellos. Las páginas de los suplementos dominicales se pueblan de recetas de emparedados, bocadillos y canapés y platos rápidos, a cual más original para nutrir los encuentros de amig@s frente al televisor que retransmitirá los partidos. ¿Quién ganará el Mundial? Hay porras y quinielas en muchas oficinas. Pero en la nación anfitriona de este gran espectáculo mundial, Suráfrica, sin duda el que marcó el mejor gol, hace ya muchos años, fue un tal Nelson Mandela, que en la década de los 50 del siglo pasado  lideró un movimiento contra la discriminación, contra el apartheid, que le condujo a prisión durante 27 años, para posteriormente convertirse en el primer presidente surafricano elegido democráticamente mediente sufragio universal. La lucha contra la discriminación, contra cualquier apartheid por motivo de raza, credo, sexo o ideología, es la mejor causa, la mejor liga en la que el ser humano puede embarcarse.

Lógicas totalitarias

Orlando Zapata
Orlando Zapata

Se ha escrito y comentado mucho estos días acerca de la paradoja de que uno de los pistoleros de ETA detenidos el pasado domingo en Normandía (Francia), Beinat Aginagalde, fuera médico. Que una persona formada para salvaguardar la vida y la salud de los demás acabara asesinando a tiros al concejal socialista Isaías Carrasco o al empresario Inaxio Uria hace preguntarse acerca de las extrañas lógicas totalitarias que anidan en las mentes de estos sujetos, y de éste más en concreto, que un día cambió el fonendoscopio por la pistola. Ahora le espera la cárcel en lugar del hospital, la celda en vez de la consulta; ese es el destino de todos los terroristas que pretenden, vanamente, imponer a tiros su totalitarismo a una sociedad democrática en pleno siglo XXI. Hay más paradojas estos días, como la de un régimen, el cubano, surgido hace décadas al calor de un clamor revolucionario y transformado desde hace demasiado tiempo en una gerontocracia que condena a jóvenes disidentes como Orlando Zapata. La tímida mirada de Zapata, del que, tras su reciente muerte, apenas conocemos unas fotos, no parecía encubrir a ningún peligroso criminal -como dicen algunos-, sino simplemente a una humilde persona que alzó su voz para pedir libertad. El respeto a los derechos humanos y la defensa de la democracia son la mejor vacuna contra las lógicas totalitarias que acompañan como una amenaza al ser humano desde el principio de los tiempos.