
Se aproxima el comienzo del Mundial de Fútbol de Suráfrica, y los aficionados van llenando los estantes de sus cocinas de patatas fritas, palomitas, refrescos, cervezas, para alegría de los supermercados que hacen su agosto con ellos. Las páginas de los suplementos dominicales se pueblan de recetas de emparedados, bocadillos y canapés y platos rápidos, a cual más original para nutrir los encuentros de amig@s frente al televisor que retransmitirá los partidos. ¿Quién ganará el Mundial? Hay porras y quinielas en muchas oficinas. Pero en la nación anfitriona de este gran espectáculo mundial, Suráfrica, sin duda el que marcó el mejor gol, hace ya muchos años, fue un tal Nelson Mandela, que en la década de los 50 del siglo pasado lideró un movimiento contra la discriminación, contra el apartheid, que le condujo a prisión durante 27 años, para posteriormente convertirse en el primer presidente surafricano elegido democráticamente mediente sufragio universal. La lucha contra la discriminación, contra cualquier apartheid por motivo de raza, credo, sexo o ideología, es la mejor causa, la mejor liga en la que el ser humano puede embarcarse.
No cabe duda de que el fútbol, como otros espectáculos de masas, supone demasiadas veces todo lo contrario a lo que sería aportar valores cívicos a la sociedad. No hay más que ver las noticias en las que se nos muestran, con demasiada frecuencia, batallas campales entre aficionados (o delincuentes disfrazados de aficionados), declaraciones racistas y machistas de jugadores y dirigentes, etc.
En el caso del próximo mundial de fútbol, espero que este espectáculo, del que soy seguidor, nos muestre una de sus mejores caras, es decir, sirva para ayudar a desarrollar y a proyectar la imagen exterior de un país que, en un margen de tiempo realmente escaso, ha salido del más absoluto aislamiento debido al vergonzante apartheid sufrido por la mayoría de la población.
Al igual que en España siempre se alude al 92 (el Mundial de 82 no fue un éxito, qué le vamos a hacer) como referente en el que soltar viejas ataduras del pasado (no hemos soltado todas, según parece, y si no que le pregunten a Garzón), esperemos que a pesar de todas las dificultades, y de todos los chanchullos que seguramente sucederán alrededor de éste evento, sea un éxito en el cual se miren el resto de países del continente en un futuro no muy lejano.
Este Mundial va a ser diferente a los celebrados; esperemos que para bien.