
«Doctora, qué complicado es en estos días esféricos trabar una conversación cuando a uno no le gusta el fútbol. Menos mal que con usted, aquí en el diván, todo es distinto, y la simple visión de su sonrisa, la comprobación de su escucha solícita a mis paranoias y sus sabios consejos posteriores son todo un consuelo. Ayer, fíjese, parece ser que un bollo suizo con exceso de levadura estalló en plena cara de La Roja, y lo más curioso es la que se montó cuando acabó el partido: la proliferación de ese fenómeno tan español del que hemos hablado alguna vez: el cenizo yoyaísta (No, si yo ya decía que estos chavales a la hora de la verdad se vienen abajo; No, si yo ya sabía que España no pasa de la primera fase). Qué país, y ya le digo que a mí el fútbol me trae al pairo, pero, ¿por qué nos falta tanta empatía? En fin, doctora, que menos mal que usted me escucha; así que, cambiando de asunto, y como veo que a usted tampoco el gusta el balompié, aprovecho para plantearle un tema que ha atribulado mis sueños esta pasada noche: ¿qué fue de los hare krishna? ¿Se acuerda de ell@s? Esos jóvenes y jóvenas de melena lacia y largas vestiduras, que antes eran tan habituales en las calles del centro de esta capital, moviendo las caderas al ritmo de sus salmodias (Hare Krishna Hare Krishna / Krishna Krishna Hare Hare / Hare Rama Hare Rama / Rama Rama Hare Hare). Tod@s hemos tarareado ese mantra alguna vez cuando veíamos su show en Sol, o en Preciados, aun sospechando que era una secta rara. ¿Qué fue de ellos? ¿Ha tenido alguna vez en esta consulta a alguno, doctora?»