Otros tiempos

Extracción

«Recuerdo una anécdota, hace muchos años, cuando el periódico para el que trabajaba me encargó hacer un reportaje sobre un señor que estaba empeñado en fundirse sus magros ahorros en localizar un yacimiento de petróleo en un prado de un pueblo del interior de… de una provincia cualquiera, qué más da. Era la comidilla del pueblo, el alimento de todos los chascarrillos. Allá que me fui con un fotógrafo, y encontramos una zanja de unos cuarenta por sesenta metros, recién excavada, con otros ocho o diez metros de profundidad, en pos de un supuesto oro negro que no aparecía por ningún lado. Al lado descansaba la maquinaria pesada que se estaba empleando en la exploración. No había ni un alma. No dimos tampoco con el aprendiz de jeque árabe, pero tras varias pesquisas con sus vecinos, nos quedó claro que el señor aquel era un pobre hombre que posiblemente estaba mal de la cabeza y que publicar cualquier cosa sobre su ocurrencia supondría exponerle a un ensañamiento público que le haría más daño que otra cosa. Así se lo expliqué a mi redactor jefe, que entendió los argumentos y dio carpetazo al asunto. Eran otros tiempos. Ahora habría sido carne de amarillo magazine televisivo.»

Explicasiones tontas

Quito
Quito

«No le perdono el sufrimiento que me ha causado durante tantos años. Me abandonó hace tanto tiempo, y a mí me daba igual, tranquila me quedé; pero el daño que ha causado a mis hijos, que todos los días cuando eran pequeños preguntaban por él, por su papito, sin saber si seguía vivo o muerto, si continuaría en Madrid o se habría retornado a Quito… eso no tiene perdón de dios. Cuánto sufrimiento acumulado, qué mala bestia. Y de repente aparece así, no más, como un espectro, como si no hubiera pasado nada, de la noche a la mañana. Silbando una de sus tontas canciones y todo, qué tal, qué guapa sigues, qué guapos están. Encima me viene ahora con explicasiones tontas. Se olvidó de sus hijos, y sus hijos se han olvidado de él para siempre; le han pagado con su misma moneda. A tomar por culo.»

Hipocresía y lucro indecente

Periódico
Periódico

Numerosos periódicos considerados serios de nuestro país, cabeceras de referencia incluso, no incluyen anuncios de -por ejemplo- traficantes de armas. Y, en cambio, no tienen problema a la hora de publicar páginas y páginas de anuncios de un tráfico que genera un lucro no menos indecente: la prostitución. Pocos medios hay que se hayan negado a hacer negocio con semejante negocio (Público, La Razón, Avui…), mientras que el resto no le hacen ascos a un dinero procedente de la explotación más asquerosa de la mujer. ¿Harán caso del acuerdo unánime que todas las fuerzas políticas alcanzaron este pasado martes en el Congreso para eliminar esta publicidad? Está por ver (falta, además, que el Gobierno concrete una propuesta definitiva, previo informe del Consejo de Estado). Eso sí, estos mismos medios, tan serios ellos, son los mismos que luego publican larguísimos reportajes de denuncia de redes de prostitución, que conviven, unas pocas páginas más adelante, con los anuncios mencionados. A esto se le llama hipocresía. Y cambiando de tema, pero sin salir de las procelosas aguas informativas: son también muchos los medios que publican estos días amplios reportajes sobre la precariedad laboral y la dura situación del mercado de trabajo en estos tiempos de crisis, con editoriales en grandes letras mayúsculas, pero que luego tienen a su trabajadores y trabajadoras sometidos a unas condiciones laborales propias de una plantación algodonera de Alabama en el siglo XIX. A esto también se le llama hipocresía.