
Qué difícil es encarnar tantas voces y hacerlas todas bien, sin caer en el artificio, ni en la impostura, sabiendo a la vez que encarnas las voces de esperanza y libertad de tantas gentes. Pero así fue la vida del aragonés José Antonio Labordeta, fallecido este fin de semana como consecuencia de un cáncer (la larga enfermedad que dicen algunos medios cuando hablan de algún ilustre muerto por un tumor; ¿por qué se sigue empleando un eufemismo tan estúpido, que enmascara una dolencia tan común desde un punto de vista estadístico?). El Labordeta cantautor, escritor, parlamentario, presentador de televisión, con su voz profunda, auténtica y de izquierdas, el hombre bueno que se hizo un hueco en el corazón de los españoles. El tipo entrañable que nos metió en su mochila para darnos otra visión de la piel de toro, y que ganó la simpatía de la mayoría cuando cantaba las verdades del barquero en un Parlamento tan dado al teatrillo. Una anécdota: cuando era más joven, llegó a darle a clase a Federico Jiménez Losantos, en Teruel; ¿como sobreviviría a aquella experiencia? Hasta siempre, Labordeta.