Enredados

Enredo
Enredo

El debate sobre la regulación de las descargas en Internet es un asunto endemoniado en España por el cariz que ha cobrado el asunto. Partidarios y detractores se enredan en la red, y la solución a este embrollo dista de estar cerca. Cierto es que la industria cultural española ha tardado en adaptarse a las nuevas tecnologías y que aún hoy asombra el precio de distribución y el coste de algunos productos cuando los comparas con los que puedes traer del extranjero a través de Internet. Pero cierto es también que vivimos en un país donde la piratería no merece ninguna censura, y es practicada con fruición por todo dios, para asombro de otros países. Han cambiado los tiempos, vale, y quedan lejos aquellos años en los que los adolescentes de barrio de Madrid íbamos al centro para proveernos de material en Discoplay o Madrid Rock. Ahorraba uno unos durillos y luego rompía la hucha para comprar las novedades discográficas. Ha llovido mucho. Ahora hay muchos jóvenes criados en entornos digitales y que, me temo, se han acostumbrado al gratis total, y yo no sé si muchos valoran lo suficiente el esfuerzo que hace alguien cuando escribe un libro, compone una canción u organiza la producción de un film. No lo sé. La pregunta final es: ¿está usted dispuesto a abonar dinero por acceder a un producto cultural?

Microsurcos encantadores

Vinilos
Vinilos

A cuenta del follón éste de las descargas en Internet, me viene a la memoria lo laborioso que era antes adquirir -tampoco hace tanto- productos culturales contemporáneos. Aunque tenía su encanto. De adolescente, procuraba uno ahorrar unas pesetillas para luego ir a buscar -en mi caso en la línea 35 de la EMT que unía Carabanchel Alto con el centro de Madrid- los preciados vinilos a cadenas ya desaparecidas (Discoplay, Madrid Rock…). Años más tarde se acabaron los vinilos, para disgusto de sus defensores, y tuvimos que acostumbrarnos a los cedeses, que nunca tuvieron el encanto de los negros microsurcos. Ahora, caprichos del tiempo, el vinilo vuelve a estar de moda, y curiosamente de la mano de alguna gran distribuidora que en su momento los apartó de sus estantes sin más miramientos, en aras de la modernidad. Vuelta de vinilos al margen, el futuro de la música lleva ya un tiempo entre nosotros: la compra (sí, yo defiendo la compra, mediante sus diferentes modalidades) en Internet,  a un solo clic. No tiene tanto encanto, pero te ahorra tiempo, qué demonios.