Felices, libres, iguales

Niño
Niño

Mi hija Estrella y sus compañer@s entran a clase entre un torrente de gritos y risas. Son niños y niñas de corta edad, y el color de su piel y sus apellidos no les importan lo más mínimo: somos los mayores los que creamos los prejuicios. Es una imagen en un colegio público de un barrio de Madrid, claro, porque en los centros concertados (sufragados también con fondos públicos, ojo) y privados estas estampas multiculturales, como se dice desde hace un tiempo, son más inéditas. Mi deseo como padre, como el de cualquiera de los que acompañamos a nuestros niños al cole a esa hora de la mañana, es que crezcan felices, libres e iguales. Pero hace falta mucha inversión pública, y mucha más voluntad política (y desde luego al menos en la Comunidad de Madrid no se ve en demasía), para que la escuela pública pueda integrar con eficacia a todos estos pequeños cuyas familias han llegado a España en los últimos años, al modo en que ha venido funcionando el sistema educativo público de nuestra vecina Francia (vecina, ¡pero a años luz en tantas cosas!). Ellos y ellas, los de origen oriundo y los que tienen su procedencia allende de nuestras fronteras, tan españoles los unos como los otros, representan el futuro de esta piel de toro, mestiza para siempre. Y ninguno ha venido al mundo ni con un crucifijo, ni con un velo, ni con una kipá debajo del brazo, sino con un ansia infinita de crecer, reírse y aprender.

Semilla de intolerancia

Stop racism
Stop racism

«No, si yo no soy racista, pero los extranjeros es que no pagan impuestos y se dedican a robar [la mayúscula mayoría de las personas que han venido de fuera cumplen sus obligaciones y en la actualidad hay dos millones de extranjeros cotizando a la Seguridad Social]. No, si yo no tengo prejucios contra nadie, pero prefiero que mis niños no vayan a un colegio público, que es que hay mucho inmigrante y me los retrasan [no parece casual que el mayor esfuerzo de escolarización de los niños de inmigrantes lo soporten los centros públicos, en beneficio de los concertados]. No, si no me quejo, pero es que los servicios públicos están colapsados con esta gente [los inmigrantes están aportando a las arcas públicas más de lo que reciben]. No tengo nada contra nadie, pero en el parque, niña, prefiero que no juegues con esa amiguita morena [«When a child is born into this world / It has no concept / Of the tone the skin is living in», Youssou N’Dour & Neneh Cherry]. Y es que la culpa de todo la tiene este maldito Gobierno, que no hace nada [la llegada de inmigrantes irregulares en embarcaciones a Canarias, por poner un ejemplo, ha descendido un 71% desde 2006]. Y además vienen a quitarnos el trabajo [los inmigrantes desempeñan muchas ocupaciones que aquí no se quieren hacer]. El caso es que mis abuelos y bisabuelos tuvieron que emigrar a Argentina, Suiza y Alemania; eso creo, pero no tengo mucha memoria. Lo que sí que tengo son unos sólidos principios morales que procuro inculcar a mis hijos.»

Lecturas de domingo

Periódico
Periódico

«Mi mujer empieza el periódico por detrás, como si fuera un libro árabe. Sí, lo abre por la contraportada, se remonta por las secciones de cultura, sociedad… y cuando llega a la parte de política lo deja sobre la mesa. Yo lo hago justo al revés: empiezo por la portada, me detengo en política, y conforme me aproximo a otros territorios lo dejo sobre la mesa. Los contrarios se atraen, ya sabe, doctor. El caso es que he intentado emularla, e incluso he llevado mi devoción por ella a leer la sección que más me gusta, la de política, al revés, de derecha a izquierda, por ver si encuentro algún mensaje secreto (como en tiempos se hacía con los discos de los Beatles) que pueda descifrar para hacerme famoso. Pero lo único que consigo, especialmente cuando leo las últimas «declaraciones» e insinuaciones del Partido Popular sobre inmigración, es agarrar un tremendo dolor de cabeza. Se me calienta mucho el cráneo de constatar cómo la derecha vuelve a hacer un uso partidista de este asunto tan delicado para arrebañar unos votos. ¿Es grave, doctor? No, no lo mío; lo de Mariano Rajoy.»