Una habitación propia

Dragón
Dragón

Mi hija Estrella está manos a la obra con un proceso de «deshacer lo invisible», dice ella para explicarse, o de hacer visible lo invisible, para que nos entendamos. Se refiere a que está plasmando en imágenes lo que hasta ahora solo existía en su imaginación de chiquilla despierta. Los Reyes Magos, tan majos, le han traído, entre otros presentes, unas imágenes adhesivas de monstruos inocentes y dragones naif con las que decorar las paredes de su cuarto, y ella anda pegando con ayuda de los mayores las grandes pegatinas sobre los muros, con toda la ilusión del mundo. Por fin ve sobre las paredes de su habitación, proyectados, los mundos que tanto le gustan, y que existen en verdad para ella porque ella desea que existan. La ilusión y las esperanzas son el motor de nuestra vida; si se pierden, las paredes se tornan mustias y descoloridas, al tiempo que nuestras vidas se vuelven lacias como una planta que no recibe los rayos del sol. La búsqueda de un cuarto propio, de un lugar en el que sentirse uno reconocido y protegido como está haciendo ahora mi niña, no cesa en toda la vida.

Sintaxis y profilaxis

Palabras
Palabras

En el colegio enseñan, o enseñaban, sintaxis. En casa enseñan, o enseñaban, profilaxis. En plata: hablar bien y hablar educadamente, vaya. Sintaxis y profilaxis en el manejo de las palabras, que son las que almohadillan el mundo que nos rodea. Sintaxis para hacer oraciones gramaticalmente perfectas, que expresen mi mundo y me permitan hacerme entender ante el mundo de otro. Profilaxis para que nuestras oraciones mantengan su sentido piadoso y no hieran a los demás. De igual modo que somos, o solíamos ser, extraordinariamente pulcros con lo que nos llevamos a la boca, que se limpia primero bajo el chorro del agua del grifo, deberíamos serlo también con lo que sale de ella: que tus palabras no hiedan ni hieran innecesariamente al que tienen enfrente. Que también pases bajo el chorro del agua del grifo de alguna fuente de tu mente lo que vas a decir antes de que atraviese tus labios. Pero, no sé, siento que cada vez se están perdiendo ambos mandamientos: que cada vez a un mayor número de gente le da lo mismo la construcción de sus frases, y que también les trae el pairo que las palabras que salen de su boca se conviertan en dardos malolientes.Ni sintaxis, ni profilaxis.

De pucheros

Olla
Olla

La costumbre humana de meter un porrón de cosas en un puchero, cocerlas y comerse después caldos, legumbres, hortalizas y despojos varios es tan vieja como la historia del mundo. El planeta es una gran olla de olores diversos, y las recetas de los potajes proliferan por donde uno mire. Desde las múltiples variantes de los cocidos con garbanzos y otras legumbres de la piel de toro -con esa receta de nombre bestial, olla podrida– a la adafina judía, pasando por el cuscús norteafricano y los excesos de cocción británica, todo el orbe es una gran olla puesta al fuego. Lo extraño es que a estas alturas haya tantas personas que pasan hambre, y que los platos de unos estén tan llenos y los de otros, la mayoría, sigan estando tan vacíos. Así no es de extrañar que el orbe, desde el espacio, seguro que deba verse como una olla exprés echando vapor a lo bestia y que algún día, ¡ay!, corra el riesgo de reventar por exceso de presión.