El Día E

El Día E
El Día E

En tiempos de noticias tristes, hoy toca arrancar el día con una alegre: el Día E, que refleja la pujanza de nuestra lengua. E de español, la lengua que une a quinientos millones de habitantes de este planeta y que este sábado se pone de tiros largos en las celebraciones que van a tener lugar en 78 centros del Instituto Cervantes en 44 países, la institución pública creada en 1991 para la promoción y la enseñanza de la lengua española y para la difusión de la cultura española e hispanoamericana. Más de treinta personalidades del orbe hispano han apadrinado esta tercera edición del Día E. Cada uno de ellos ha elegido su palabra favorita, que los internautas pueden votar a través de la web. Son tantas las palabras del español hermosas; a mí me encanta una en absoluto desuso: haldear (=»Andar deprisa las personas que llevan faldas»). El español está cada vez más presente en el mundo y ya es la segunda lengua materna más hablada (con permiso del chino mandarín), la segunda más empleada para las comunicaciones internacionales y la tercera en Internet, como recordaba a mediados de semana la web de The Guardian al anunciar esta celebración. No deja de ser curioso que yo me enterara de esta celebración leyendo la noticia en dicha web… en inglés.

Lejos de Él

Maleta
Maleta

«Pienso a veces en emigrar. En conocer otros países, otros lugares, otras gentes. Otras comidas, otros acentos, otros colores. En irme lejos, donde haya radios que no pueda sintonizar, lenguajes que no sea capaz de entender, titulares de periódicos que no pueda comprender. En donde no me alcancen filias, ni fobias; ni dimes, ni diretes. Lo malo es que el patio está como para irse; menudo panorama mundial. Pero, por otra parte, qué felicidad levantarse por la mañana con un café que sepa a otro sabor, con una mermelada que no sea la de siempre, con un supermercado cuyos estantes no contengan lo habitual… Ver otros edificios, perder la vista en otros paisajes, bañarme en otras aguas. Y, sobre todo, qué alegría, sosiego y paz de espíritu debe de ser vivir lejos, a miles de kilómetros, en un lugar al cual no lleguen las permanentes admoniciones, diatribas e invectivas de José María Aznar, la permanente matraca del rostro más amargo de la derecha rampante.»