Amaneceres infantiles

Pesadillas
Pesadillas

Cuando uno es niño las noches se pueblan de trasgos, monstruos y brujas, que no se van del todo a pesar de que haya una lamparita que dé luz al lado de la cama. Más bien al contrario, porque la lamparita tiene por costumbre arrojar sombras con formas caprichosas que, no se sabe cómo lo hacen, pero siempre se asemejan a seres fantasmagóricos. Qué miedo. Y meterse debajo de la sábana y las mantas (hoy, del edredón) tampoco ayuda, aunque consuele, porque los seres raros siguen ahí afuera acechando al otro lado de la tela, debajo de la cama o subidos a la estantería de los cuentos, que en sí mismos son formidables contenedores de sueños y pesadillas. Solo la llegada de nuestra madre, al requerimiento de nuestra voz o de nuestro llanto, espanta las bestias y ahuyenta los temores. Mi madre, la madre de cada cual, su cálida voz con propiedades balsámicas, sus manos siempre llenas de caricias tranquilizadoras, que corre a arroparnos o a darnos un beso de hola al mundo matinal, de adiós a las sombras, de triunfo de la luz, de bienvenid@ al amanecer.

Los soles cuadrados

Girasoles
Girasoles

Cuando tienes un niñ@, la vida cotidiana se te llena de sorpresas de colores. Camino de la oficina, en el metro, al meter la mano en los bolsillos del abrigo te aparece un cochecito, o de la cartera brinca ese muñeco que tanto le gusta a la niña y que te ha confiado tras dejarla en el cole. En plena sesuda reunión de trabajo descubres los garabatos locos con que alegró tu aburrido bloc de notas; en otra hoja quizá haya escrito con tiernos palotes las letras de su nombre. Y, entre tanta gravedad cotidiana, ante tantas noticias tan sombrías, no puedes por menos que sonreír al acordarte de sus ocurrencias y de sus descubrimientos; de que hace poco le diera por pintar soles cuadrados por todos lados, aunque alguien le precisara, como si ella no lo supiera de sobra, que el astro rey es redondo. «Pero es que yo tengo que usar mi imaginación, papi», zanjó resuelta. Los soles cuadrados de su pequeña existencia que alumbran todo mi universo; no en vano mi niña se llama Estrella.