
Cuando tienes un niñ@, la vida cotidiana se te llena de sorpresas de colores. Camino de la oficina, en el metro, al meter la mano en los bolsillos del abrigo te aparece un cochecito, o de la cartera brinca ese muñeco que tanto le gusta a la niña y que te ha confiado tras dejarla en el cole. En plena sesuda reunión de trabajo descubres los garabatos locos con que alegró tu aburrido bloc de notas; en otra hoja quizá haya escrito con tiernos palotes las letras de su nombre. Y, entre tanta gravedad cotidiana, ante tantas noticias tan sombrías, no puedes por menos que sonreír al acordarte de sus ocurrencias y de sus descubrimientos; de que hace poco le diera por pintar soles cuadrados por todos lados, aunque alguien le precisara, como si ella no lo supiera de sobra, que el astro rey es redondo. «Pero es que yo tengo que usar mi imaginación, papi», zanjó resuelta. Los soles cuadrados de su pequeña existencia que alumbran todo mi universo; no en vano mi niña se llama Estrella.