
Conocida es la tendencia humana a rellenarlo todo. Un estante en un hogar no es tal si no está lleno de cosas hasta reventar. Cuanto mayor es el bolso, más objetos le metemos dentro. Buscamos coches grandes con grandes maleteros para coparlos por completo de cacharros inservibles. Llenamos nuestros bolsillos de chorradas. Necesitamos trasteros para desprendernos de todas las absurdancias que acumulamos y apenas hemos usado un par de veces. Las aceitunas sin hueso vivían felices hasta que a alguien se les ocurrió rellenarlas de pseudoanchoas, o de pimiento. El afán de que no quede un hueco libre llegó también al arte, con manifestaciones artísticas que no dejan un solo milímetro sin decorar siguiendo las directrices de un estilo que recibe un nombre en latín: horror vacui. Ha habido mucho de horror vacuii en esta crisis que comenzó en 2008. Nuestra sociedad se rellenó hasta los topes de euros estos años de atrás, librados por bancos y banqueros sin escrúpulos que lo inundaron todo de créditos a mansalva. Una inundación de dinero fácil que se volatilizó como el agua, dejándonos desnudos y solos ante el miedo al vacío de esta crisis global.
Y ruido, ruido y ruido en la cabeza: ruido de redes sociales, ruido de tecnología, ruido de ambición…
Nos faltan filósofos y paz.
Enhorabuena Antonio por el post.
Genial tu post.
Hay personas ilustres que huyen de esta catástrofe mental: Paulo Coelho en su casa nunca guarda ningún libro porque considera que no es una propiedad, sino que «deben de viajar y el conocimiento debe de transmitirse».
Te invito a conocer mi blog, http://www.veroirhablar.wordpress.com
un saludo Antonio
Qué razón tienes Antonio… y como ya apuntó el profesor Santiago López Petit en su ensayo filosófico «Horror Vacui» (1996): «Nos levantamos sujetándonos al tiempo y, en seguida, para no caer, nos sujetamos también al poder, al ser e incluso a la nada.»
Saludos (poetryandmore)