Calmas y deseo

El Hierro
El Hierro

En el fondo del llamado Mar de las Calmas se está formando un volcán. Los conocedores de ese misterioso mundo calculan que la criatura ya se alza cien metros sobre el cierre de un valle submarino hasta entonces apacible, en el que posiblemente solo se internaban las especies pelágicas, si es que osaban ir tan abajo porque se olían que algo iba a ocurrir. El volcán no para de convulsionarse y retorcerse, y sus requiebros están meneando la cercana isla de El Hierro, que (¿pronto en términos geológicos?) tendrá un hermanito en forma de islote. Está dibujando una larga lengua de lava, en el fondo del mar, valle abajo, a modo de la placenta con la que todos venimos al mundo. Se agita y escupe; seguro que cuando termine de redactar estas insignificantes líneas habrá engrosado su tamaño unos milímetros más. Es una formidable corriente de energía submarina acompañada de olor a azufre en la superficie, el aroma del demonio. En el fondo de la piel, de cualquiera de nuestras pieles por muy en calma que estén, también laten deseos que se alzan sobre valles.

Tiempos cortos

Cambio horario
Cambio horario

Me he levantado y he buscado por toda la casa todos los relojes para atrasar una hora su tiempo. Por decreto. El horario de verano da paso al de invierno. Estaban todos metidos en la nevera, en donde se habían refugiado con la esperanza de quedarse congelados, pero no lo consiguieron y los hallé a tiempo. Me quedó uno, el maldito de bolsillo que siempre se esconde porque es el más rebeldón y se niega a estas manipulaciones, pero al final di con él. Mientras atrasaba los relojes reparé en que, en la historia humana, la hora siempre la marca la manecilla más corta, esto es, las más idiota, y por tanto la más manipulable. Oséase, insisto, que esto que hemos convenido en llamar vida está dirigida por la manecilla corta, la que tiene menos miras. Esto explica muchas cosas. A la manecilla larga, la más avispada, no hay dios que la gobierne. Y esos sesenta minutos que hemos vuelto a ganar de madrugada han vuelto a ser un contenedor de sueños, y de pesadillas. Buenos días.

Susto o muerte

Halloween
Halloween

«Menudo susto tengo en el cuerpo, doctora. Me he levantado congestionado y con un sudor frío empapando mis sienes. He soñado que un tipo siniestro con aspecto de manostijeras recortaba todos los derechos sociales desde el poder, al grito de «el que quiera educación o sanidad, que se lo pague; y el que no pueda, que le den; mala suerte, que la vida está muy cara y hay que meter mano a estas minucias si queremos crecer». Con una mano podaba, con la otra sostenía un puro humeante, sin inmutarse. Mi mente calenturienta dejó entrever una alcaldesa de Madrid consagrada a organizar procesiones y romerías en ambas orillas de Madrid Río, dedicadas a exaltar a su santo esposo, entronizado como nueva deidad. Porque parece ser que en mi pesadilla el actual alcalde habría saltado a un ministerio desde el que se afanará por seguir dando pasos hacia la Presidencia que siempre ha ansiado. Y luego también vi a otra política que confundía un cuentacuentos de un colegio con una especie de horroroso maltrato infantil. También aparecía otra mala malísima señora que… Y unos directivos de bancos enfundados en un disfraz sangriento de bonus que… Esto es todo por la influencia de Halloween, ¿verdad, doctora?»