
Nunca el remoto desierto de Atacama, desconocido sin duda para gran parte de la humanidad, estuvo tan próximo. La proeza del rescate de los 33 mineros chilenos atrapados en una mina que no cumplía los mínimos requisitos de seguridad se ha convertido en un espectáculo global, retransmitido al minuto y en directo por centenares de medios de comunicación de todo el orbe, convirtiéndose en un gran show que ha batido marcas de audiencia. El relato reunía componentes de dimensiones épicas para actuar como un imán que despertara el interés de todo el mundo en una sociedad global mediática, como así fue. Esta proeza será llevada al cine, sin duda (una radio acaba de decir que parece ser que le ofrecerán el papel de jefe de los mineros a Javier Bardem). El guión se lo ha escrito la vida, así que no tendrán que invertir mucho en escritores. Y una pregunta de cara al futuro: ¿habrá supuesto esta tragedia con final feliz un punto de inflexión en la percepción de la realidad? ¿Volverán a suscitar sucesos como este, ocurran donde ocurran, el interés de todo el mundo, o no tendrán la misma repercusión global? Quizá sí, siempre y cuando estén aliñados con las piezas con las que se monta un buen relato. Esto puede parecer cínico, pero en la era mediática global somos sobre todo devoradores de historias, algo que se aplica en todos los ámbitos (de la política a la publicidad), como puso de relieve el investigador social francés Christian Salmon en un reciente e interesante libro, Storytelling.