Spiderman se queda huérfano

Mi favorito
Mi favorito

Yo siempre fui de Spiderman. No recuerdo mis hermanos. Esto de los superhéroes era como una religión: cada cual seguía la suya. A mí me molaba el hombre araña saltarín, embutido en sus mallas bicolores con dibujo arácnido, con su trasfondo del ser humano atormentado que era Peter Parker. Brincando de edificio en edificio, esparciendo sus redes pegajosas para atrapar a los malhechores. Qué tiempos. Ahora los niños y niñas tienen muchos más referentes aparte de este universo procedente de los States creado por el recién fallecido Stan Lee y tantos como él. El universo nipón manga y anime ha irrumpido con fuerza entre las nuevas generaciones y yo me pierdo entre tanto dibujito que encanta a mi hija. Pero el impulso que mueve a los seguidores de estos personajes es el mismo que ha impulsado a los seres humanos desde los tiempos de los más antiguos relatos mitológicos: tener una vía de escape frente a la grisura del mundo. Spiderman ha perdido a su padre, pero en las mentes de sus lectores seguirá saltando y brincando sin parar, incesante e incansable, para su dicha y contento (y la nuestra).

PD.- Recordando a Spiderman, qué bonita canción le dedicó Aslfato a uno de nuestros superhéroes patrio, el Capitán Trueno. “Ven, Capitán Trueno, haz que gane el bueno, que el mundo está al revés…”. El mensaje de la veterana banda madrileña de rock urbano sigue siendo de plena actualidad.

Tarde de Carnaval

Piratas
Piratas

Mi niña Estrella, transformada en una feroz pirata, libra un duelo contra su amigo David, convertido en spiderman armado con tridente. ¡Qué mala pata!: su espada se le parte en el fragor de la desternillante lucha. Más tarde se echan a correr, en una carrera interminable en compañía de la bailarina Irene y de la mosquetera Inés, y acaban rodando por el suelo en un mar de risas. En el gimnasio que alberga la fiesta infantil hay música y mesas con bocadillos, palomitas, pasteles, bebida, patatas fritas. Uno de los camareros, ataviado al modo pirata y como recién salido de La isla del tesoro, sirve refrescos en vez de ron y le pregunta con un gran vozarrón a Estrella: ¿Eres del mismo barco que yo? Ante la curiosidad del pirata, la niña, ahora en compañía del demonio Gonzalo, de la tigresa Martina y del payasete Gabriel, se parapeta con una tierna vergüenza detrás de una montaña de ganchitos. Y sigue la diversión. Así fue la celebración del Carnaval en el colegio de mi hija. Una celebración más en esa infancia que es patria de la libertad, de la alegría, de los sueños y de la imaginación, con o sin disfraz. Mucha excitación para un gran día que terminó con Estrella rendida en la cama, soñando sin duda con más aventuras, surcando los siete mares.