Ciudadan@s, a las urnas

Urna
Urna

Claro que voy a ir a votar. Voy a hacerlo por un alcalde que impulse la vida de los barrios de Madrid y que modernice sus dotaciones. Que respete los servicios públicos. Que deje de hacer desangeladas plazas de hormigón. Que no meta más coches en la ciudad, sino que trate de restringir el tráfico. Que promueva la vivienda pública e impulse el alquiler. Que revitalice la vida ciudadana y el orgullo de ciudad de Enrique Tierno. Que dinamice la vida cultural en todos los distritos, y no solo en el centro. Que no utilice el cargo como promoción para saltar a La Moncloa. Voy a votar para quitarle la careta al actual inquilino del despacho de la Alcaldía, que se viste de falso progre para arrebañar votos de todos lados. Y voy a votar por un presidente de la Comunidad de Madrid que no insulte a los discrepantes. Que deje de mermar los servicios públicos y que proteja la sanidad y la educación. Un presidente que acabe con la deriva derechista del Gobierno regional. Un presidente que permita que Telemadrid vuelva a ser la tele que yo conocí, y no lo que es ahora. La victoria está complicada, lo sé, pero hay que intentarlo. Cada uno sabrá lo que hace y lo que vota. Mañana será tarde para arrepentirse. Quedarse en casa solo empeora las cosas, así que, a votar, en mi caso, por la izquierda.

Jornada de reflexión

Protesta en Sol
Protesta en Sol

La caverna mediática ultraderechista que nos rodea no para de bramar en estas últimas horas, por tierra, mar y aire. Qué matraca. Parecen querer sangre, disturbios, tumultos, botes de gas, carreras, contundentes intervenciones policiales que interrumpan esta apacible primavera. No les entran en la cabeza las manifestaciones pacíficas ciudadanas de protesta que están teniendo lugar en numerosas ciudades de España, con epicentro en la hermosa Puerta del Sol de Madrid, y piden al Gobierno mano dura contra los miles de acampados. Así entienden la política: palos al discrepante. El Ejecutivo socialista ha descartado desalojar las plazas, porque hacerlo supondría causar un mal mayor al supuesto mal causado. Es una decisión razonable, que ha acabado de encabronar a esta caverna que domina en los quioscos y en la TDT, obsesionada con lo que hace o deja de hacer el vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba, uno de los grandes políticos de este país mal que les pese a los de siempre. Y respecto a los indignados que se quejan de lo que hay (con razón a mi modesto juicio en muchas cosas, con menos razón también a mi modesto juicio en otras), cabe hacerles una pregunta: ¿qué habría ocurrido en estas plazas si en La Moncloa estuviera un Gobierno de derechas, esa misma derecha que pide mano dura contra ellos? Debería darles miedo pensar en lo que les puede ocurrir como vengan los de enfrente: eso sí que va a ser el llanto y el crujir de dientes, para una caverna que por fin se relamerá de gusto. ¿De verdad piensan que todas las opciones políticas son iguales? ¿Están seguros de no querer ir a votar?

Chismorreo universal

Red
Red

«Verá, doctora, pero es que tengo mucha preocupación por el futuro de un ente llamado opinión pública. La opinión pública la conformaban antes los medios de comunicación que se regían por unas mínimas reglas (con desigual respeto, todo hay que decirlo). Este negociado ha dado un vuelco desde anteayer con la invención de las redes sociales. Ahora cualquier persona emite, genera y produce un mensaje, y cualquier cosa se puede divulgar como la yesca y prender como una llama en un prado reseco de agosto. Yo hice una prueba el otro día: difundí un bulo en una de las redes más populares, y al instante el bulo comenzó a crecer como una bola de nieve. Una conversación de bar, una ocurrencia, puede entronizarse ahora como trending topic y dominar el escenario.El riesgo es que, con esta facilidad, la conversación global se puede convertir, ¡ay!, en pasto de gentes hábiles y/o manipuladoras que manejen a otras gentes, ¡ay!, manipulables. Creo en las nuevas tecnologías, pero me preocupa que, en este campo que nos ocupa, una opinión pública seria, fundamentada y rigurosa se pueda ver sustituida por el chismorreo universal sin contrastes ni matices.»