Vivan las tormentas de verano

Stones
Stones

Las mejores noches de verano en el Foro son aquellas que revientan en forma de maravillosa tormenta que refresca el aire. Truenos, relámpagos, rayos… El ambiente que se carga de electricidad y pone los vellos de punta. El olor a ozono antes de que la lluvia empape los cuerpos: que los encharque. Qué gusto sacudirse el bochorno debajo de una manta de agua y no echarse a correr cuando comienza a tronar (¡oigan, que es lluvia, que no es ácido clorhídrico!). Este pasado sábado al anochecer hubo una gran tormenta de verano, mis favoritas. Me pilló cerca del estadio del Manzanares, y me hizo recordar el concierto de los Rolling Stones un verano de 1982, al poco de recuperarse la democracia en España, cuando una furia de los cielos precedió un memorable recital de la banda británica en el Vicente Calderón (así lo describen quienes lo vivieron, que yo solo lo he visto en vídeo), con Mick Jagger envuelto en una bandera española. En el otoño del 82 también tuvo lugar la primera visita de Juan Pablo II a España. Ángeles y demonios reunidos en un mismo año. El sábado 20 de agosto de 2011 por la noche cayó la gran tormenta que comentaba al comienzo de este post, sobre los peregrinos de la Jornada Mundial de la Juventud [Católica] en Cuatro Vientos y estuvo a punto de arruinar la letanía de su sucesor. Cada uno elige el chou que sigue en la vida. Yo me quedo con los Stones, que al menos sé a qué atenerme.

PD: Por cierto, SuSan[tidad] se despidió de la JMJ 11 sin pedir un chavo para la hambruna del Cuerno de África. Menudo olvido. Demasiado apego a los bienes temporales. Lástima que no aprovecharan para rogar para quien lo está pasando mal, muy mal. Dona aquí (sí, yo ya lo hice).

Ganas de pecar

JMJ
JMJ

«Con la caló sofocante y esta explosión de beatería en el foro, me han entrado unas ganas locas de pecar, doctora. Mi cuerpo pide guerra. Me acerqué a la farmacia del Atanasio, el que tantas veces me denegó látex cuando yo era más joven. Qué demonio. Estos días el Atanasio ha puesto unos grandes mostradores con todo tipo de productos preserváticos aprovechando el tirón de la JMJ, pero, vaya por Dios, se le han agotado todas provisiones. Su mujer andaba loca haciendo llamadas a Durex para conseguir cajas de donde sea. A la salida de casa de camino a su consulta escupí en la calle, meé contra un árbol, robé unas peras de un AhorraMas y me fui sin pagar el café con porras de un bar. Deseé a la vecina del quinto, envidié al tontaina del primero que tiene un megacarro, maldije a todos los que son más altos y más listos que yo … Nada que no forme parte del ADN del ser humano desde el origen de los tiempos y del invento de los dioses. Me iba a meter para el cuerpo unos gintonics, pero he decidido invertir ese dinero en ayuda para Somalia. He entrado en la web de El Corte Inglés, que se está haciendo de oro vendiendo merchandising de la Jornada Mundial de la Juventud [Católica], porque estaba convencido de que había un enlace para donar para el Cuerno de África, pero no lo hay, vaya por Dios. Me consolé luego viendo en uno de los restaurantes favoritos de mi barrio a un numeroso grupo de peregrinas católicas guiris trasegando sin parar jarras de sangría con cargo a los vales de manutención que les dan en su kit mochilero: debían de estar buscando al dios entre los vapores del vino. Bueno, qué más da, los de esas muchachas y los míos son pecadillos veniales al lado de los que cometen otr@s. Ahora me he tranquilizado porque me he dado una ducha fría y he reposado la cabeza antes de venir a su consulta. Pero lo que más me inquieta de todo esto, doctora, es que esta masiva presencia católica y catódica no sea el prólogo de otro advenimiento popular marianil que, ay, Dios no quiera. No perdamos la fe.»

El dilema de Atanasio

Durex
Durex

Hacer caja o hacer valores. He ahí el dilema que desde hace unos días atenaza la plácida vida de Atanasio González-Salsero, farmacéutico. Atanasio regenta una botica sita junto a un colegio elegido como base de la JMJ 2011, la fiesta del orgullo católico que ha traído a este tranquilo barrio de los suburbios de Madrid a más de mil jóvenes católicos de Europa, que pernoctan en el mencionado centro educativo. Atanasio es tan católico, o más, que ellos. En sus treinta y cinco años como boticario jamás de los jamases se ha prestado a vender ni un solo condón, ni uno. Cuando alguien se ha acercado a su farmacia con la aviesa intención de adquirir una caja de sucios preservativos, su respuesta furiosa siempre ha sido la misma: «¡¡Yo no vendo de eso!!». Pero ahora, pero ahora… Su mujer le hizo abrir los ojos: miles de jóvenes a orilla de su farmacia… Que por muy devotos y seguidores de los preceptos que sean sentirán también la llamada de la carne en algún momento… Dios santo… Qué dilema. Las ventas podrían suponerle enderezar este mes de agosto. Y su mujer, que no es tan piadosa como él ni tan temerosa del Señor, sino más práctica porque comprende que el camino a la gloria eterna está lleno de pedruscos, le implora: «Atanasio, ¿llamo a Durex para hacer un pedido o elevas consultas a tu Dios?».