La revelación

Equilibrio
Equilibrio

Momentos de la vida en que se sintió incapaz de acometer algo, pero lo hizo y al final no resultó ser tan complicado. Solo hay que sacudirse ese miedo que atenaza, esa mente controladora que tantas veces niega el atrevimiento. Nunca ha olvidado la primera vez que logró flotar en el agua y entender el concepto. Recuerda bien la primera vez que guardó el equilibrio en una bicicleta. Y siempre le acompañará la primera vez en que vio aquellos ojos en el bosque urbano y quedó prendado de ellos, sabiendo que de esa mirada quería ser siempre preso, que por fin la había encontrado. Luminarias en el medio de la hojarasca y la bruma que le guiaron desde entonces. Ojos que le permiten, a un tiempo, flotar de felicidad y que le brindan enseñanzas para seguir guardando el equilibrio en esta vida tan complicada, con una certeza clara de que lo mejor está por venir. Instantes mágicos de la vida que no se olvidan, revelaciones.

Quitanieves

Quitanieves
Quitanieves

En estos días en los que se hace sentir el invierno con toda su fuerza y crudeza me gusta quedarme en casa viendo consumirse el fuego de la hoguera, que nunca se apaga porque leña tengo de sobra. Aquí arriba, en la montaña, tan lejos de la urbe. No quiero poner la calefacción eléctrica, que consume una barbaridad y luego llegan unos recibos de aúpa, de los que te tienes que pellizcar para poder creértelos y que dejan la cuenta tiritando en plena cuesta de enero. Me embuto en varias capas de ropa, me sumerjo bajo las mantas (las dos que tengo) en el sofá y me engancho a las series de una plataforma en streaming cuyo nombre no pongo para no hacerle publicidad gratis. Mucho rollo lo de vivir en el campo y qué bucólico y pastoril todo, pero sin Netflix ya no puedo vivir (¡anda, lo he escrito al final!). La tele actúa como quitanieves en estas largas horas muertas cubiertas primero de rocío, de nieve después y de hielo cuando caiga la noche. No hay mucho más que hacer, ni tampoco es que yo quiera hacer mucho más.

Vestigios de un mundo que desaparece

Un quiosco cerrado
Un quiosco cerrado

La desaparición de dos cabeceras históricas españolas, Interviú y Tiempo, anunciada por su empresa editora, el Grupo Zeta, es un grito más en la prolongada agonía que amenaza a la prensa escrita. El placer de leer los medios en papel, el ritual de comprar cada mañana el periódico y pegar un ratillo la hebra con la quiosquera mientras uno echa un vistazo al escaparate de revistas y periódicos forma parte de la liturgia del día a día. No son los únicos soportes que desaparecen. En mi barrio, en los últimos años, han ido cerrando varios quioscos, quedamente y en silencio. Y por mucho que el mundo digital no vaya a dejar de existir, para mí no es lo mismo hojear y ojear un periódico y recortarlo, que verlo sustituido en una fría pantalla, que por muy táctil que sea no desprende el mismo calor que el papel prensa. Será que me voy haciendo mayor. Los semanarios ya no existen: la desaparición de estas dos cabeceras se une a la de otras que ya dejaron de editarse tiempo atrás. Siento que son los vestigios de un mundo que desaparece y que, cuando concluya, echaré profundamente de menos.