
Voy a pillarme un proyector para conectar al ordenata y lanzar su imagen sobre una pantalla. Cine a domicilio, qué demonios. Aunque hay que seguir yendo a las salas, sobre todo ahora, y ya era hora, que el Gobierno ha tenido a bien rebajar el IVA. Voy a vender mi coche y a comprar una bici eléctrica para subir las cuestas de la ciudad. Queda uno muy hipster y molón. Voy a seguir comprando vinilos de segunda mano sin parar, que son tendencia. Esta Semana Santa me niego a hacer torrijas de horchata y otras guarrerías que he visto en la red. Haré las de siempre, con pan, leche, azúcar, huevo y canela. Me gusta, aunque no siempre, lo tradicional. La cocina tiene mucho de tradición, aunque me encanta poder innovar. Cocinar, cocinar me mola. Me gustan las cosas hechas a fuego lento, poquito a poco, en los fogones y en la vida. Las llamas puede ser que gusten a algunos, pero a mí no: calientan muy rápido y en muy poco tiempo, y luego solo queda mal olor y ceniza. Hacer las cosas a fuego lento –en el cine, en la bici, en la música, en la cocina, en la vida- es garantía de un sabor inigualable.