Formas de la existencia

Ojo de dios
Ojo de dios

Habría que preguntarse el porqué de la forma de la mayoría de frutas, redondas, que pueblan los estantes de los mercados. O por qué todos los edificios tienen que ser cuadrados. Y por el misterio de las líneas rectas que se intercalan en nuestras vidas, con alguna que otra curva. Triángulos los hay también, pero escasean; posiblemente esta carencia de triángulos obedece al respeto al triángulo primigenio, aquel con el que los cristianos de los primeros tiempos representaban al dios, y que sigue siendo símbolo de su primer hacedor. Bueno, al fin y al cabo, todos procedemos de una forma redonda, el vientre de nuestra madre, y tomamos forma de línea para avanzar en la vida. En Occidente, tenemos en nuestra mente un concepto de vida lineal, como de punta de flecha. Parece que uno siempre avanza, pero no es así. Por eso, en Oriente, en cambio, donde poseen un concepto del tiempo más complicado, creen que el tiempo toma forma de bucle y genera caprichosos enredos. Redondo, cuadrado, lineal… Formas básicas de la existencia.

Pies pequeños

Haruki Murakami
Haruki Murakami

Pies pequeños medía un metro noventa o así. Era desgarbado y flaco. El cuerpo le empezó a crecer a lo loco cuando adolescente, cuando pies, brazos y extremidades comienzan una loca competición espoleada por las hormonas, y aquello no paró. Pies pequeños recuerda la locura de aquellos años, con su cuerpo convertido en una olla en permanente ebullición. Pensó que con el paso del tiempo lograría gobernar aquel su nuevo ser desmadejado, como son un poco todos los adolescentes cuando crecen, que se descontrolan y no consiguen del todo hacerse a la idea de su nuevo envoltorio. Todo le creció a pies pequeños, menos los pies que le sustentaban, y de ahí su mote. Esta mañana se ha arreglado rápido para ir al trabajo, pero se ha trastabillado con sus pequeños pies, incapaces de guiar adecuadamente su mole, cuando bajaba por las escaleras y se ha metido una buena toña en toda la nariz. Como ha podido se ha recompuesto, se ha puesto un vendaje en la tocha, ha agarrado el 1Q84 de Murakami, que se está leyendo, y se ha apresurado para no llegar más tarde de lo habitual al curro. Pies pequeños no se cansa de explicar que su problema arranca de la adolescencia, de la edad del dolor, cuando el crecimiento no le afectó por igual. Si sus pies hubieran crecido a la misma velocidad e intensidad que el resto de su ser, posiblemente se sentiría más con los pies en la tierra. Pero como no es así, pies pequeños está todo el día con su mente en las nubes. 

La capucha

Capucha
Capucha

Vuelven las prendas de abrigo a la calle, y las capuchas con ellas. Pero no son muchos los vecinos que se las echan a las cabezas en estas mañanas más bien gélidas ya en la capital tras el verano eterno que hemos vivido este año. Aunque no llueva, siempre es útil la capucha para guarecerse del frío que congela las orejillas y produce sabañones. Si no la usas, ¿para qué la quieres? Pero el ejemplo que yo doy cuando bien me embozo no cunde. La mayor parte de la basca lleva la capucha echada sobre los hombros, haciendo un extraño amasijo de tela sobre el que malamente colocan la mochila o la tira del bolso en bandolera. ¡Úsenla, hombres, mujeres! Úsenla, o elimínenla de la prenda de abrigo, que será menos prenda de abrigo sin ella. La capucha es como el cerebro: tenemos un gran potencial, pero solo usamos una pequeña parte, dicen los especialistas. ¿Y a qué se deberá esa reticencia a utilizarla? ¿Tal vez a ese pudor y miedo al ridículo tan nuestro, tan grabado en el ADN patrio desde los tiempos de las pinturas rupestres de Altamira o más allá? Ponte la capucha, protégete la cabecita y, de paso, procura que tus ideas tengan el suficiente calorcito como para eclosionar y hasta florecer. ¡Usa tu potencial!