Orejas aduendadas

Duende
Duende

Mi hija Estrella llama «orejas aduendadas»… a las orejas de los duendes. Sí, a esos pabellones auriculares con terminación en punta, triangular y apuntada hacia arriba. Esa forma del cartílago que, por arte de magia, unos dedos dotados de poderes han estirado con garbo y gracia hasta darle la forma correspondiente, que distingue a los estos seres. Orejas aduendadas, las que suelen tener los duendes, vaya. A mí no se me ocurriría una mejor forma de denominarlas. «Triangulares, apuntadas…». No: «aduendadas» es perfecto. Las orejas con las que se dotan los duendes. Ella suele tratar con ellos, para su fortuna y su suerte; para su imaginación. Yo, que yo me hice mayor, aunque no hace tanto tiempo, no encuentro semejantes orejas en mis semejantes, que en general se tocan/tocamos con pabellones auditivos más bien vulgares y tirando a feuchitos. Lo cual no quiere decir que no se encuentre uno en el camino con seres mágicos, pero sin esas orejas aduendadas que Estrella halla en los seres de sus cuentos.

[No-Res], para qué esta nada

Colonia Castells
Colonia Castells

El IX Festival Internacional de Documentales de Madrid, Documenta Madrid, ha premiado con todo merecimiento un magnífico documental, [No-Res], de Xabier Artigas (con la valiosa e imprescindible producción de mi excompañera Ana Castañosa), que recoge los estertores de una forma de vida en una colonia fabril obrera de Barcelona arruinada por la piqueta y las ansias especuladoras. [No-Res] es también una metáfora de la crisis: la burbuja que nos envolvía y cuyo estallido en mil pedazos se está llevando por delante, en una brutal onda expansiva, vidas y proyectos, arruinando la vida de las gentes más humildes y trabajadoras. Un documental sin apenas diálogos, porque no hacen falta: las imágenes lo dicen todo y hablan por sí solas, esa nada que da paso a la nada. Una colonia de viviendas humildes, pero llenas de vida, asolada para pasar a ser un solar poblado por las ratas. Anoche tuve oportunidad de ir a verlo en Matadero Madrid, sede del festival, y me llevé a mi hija Estrella, que con seis años ha heredado en vena la cinefilia de su madre. Me lo pasé en grande a pesar de la tristeza que emana la cinta. Estrella aliñó con sus comentarios de cría espabilada los silencios del documental, y extrajo dos conclusiones: sus críticas a los poderes públicos que han alimentado la burbuja y su abatimiento por ver que se derriban «los sueños de la gente». Su mente de seis años carbura mucho más que la de otros de cuarenta.

Una habitación propia

Dragón
Dragón

Mi hija Estrella está manos a la obra con un proceso de «deshacer lo invisible», dice ella para explicarse, o de hacer visible lo invisible, para que nos entendamos. Se refiere a que está plasmando en imágenes lo que hasta ahora solo existía en su imaginación de chiquilla despierta. Los Reyes Magos, tan majos, le han traído, entre otros presentes, unas imágenes adhesivas de monstruos inocentes y dragones naif con las que decorar las paredes de su cuarto, y ella anda pegando con ayuda de los mayores las grandes pegatinas sobre los muros, con toda la ilusión del mundo. Por fin ve sobre las paredes de su habitación, proyectados, los mundos que tanto le gustan, y que existen en verdad para ella porque ella desea que existan. La ilusión y las esperanzas son el motor de nuestra vida; si se pierden, las paredes se tornan mustias y descoloridas, al tiempo que nuestras vidas se vuelven lacias como una planta que no recibe los rayos del sol. La búsqueda de un cuarto propio, de un lugar en el que sentirse uno reconocido y protegido como está haciendo ahora mi niña, no cesa en toda la vida.