Desprecio y memoria

Niyireth Pineda
Niyireth Pineda

Cuando alguno de mis compatriotas desprecia a los inmigrantes que han llegado a España en los últimos años, está despreciando a un tiempo a los trabajadores que hicieron posible buena parte del crecimiento económico desde finales de los 90 -truncado por la crisis global-, a las personas que cuidan a sus mayores y a sus críos en muchas casas, a los soldados que por desgracia están muriendo allende nuestras fronteras… Están insultando también a los hijos de estos inmigrantes, tan españoles como nosotros, a los que construirán la España del futuro. Y, sin darse cuenta, están insultando también a sus abuelos, a los españoles que probablemente tuvieron que emigrar a otros países para buscarse la vida hace decenas de años. La memoria, en este país, es de una gran fragilidad; está hecha de una pasta muy ligera, que se deshace entre los dedos al mínimo soplido. Así somos.

Felicitas >> Happiness

Felicidad
Felicidad

Contaban los papeles de este martes la noticia de una niña nacida a bordo de una patera. Una hermosa historia que pudo tener un final trágico y lo tuvo feliz. El relato de una inmigrante embarazada que se embarcó en Marruecos, procedente del África subsahariana, y que dio a luz a su hija en plena embarcación, auxiliada por dos compañeras de la precaria travesía. Happiness (felicidad, alegría) será el nombre en inglés de la niña, y ahora descansa junto a su madre en un hospital de Motril (Granada). Happiness me recordaba el nombre de mi querida madre, Felicitas (felicidad), que llegó al final de su travesía hace tan poco tiempo. Un nombre singular, pero hermoso, sobre todo en una época en la que eran frecuentes nombres terroríficos para las mujeres españolas: Soledad, Dolores… Mi madre nació en un pequeño pueblo de Segovia, Fuentepelayo, en el que vivió hasta que emigró a Madrid. La casa de mis abuelos maternos, decorada con los típicos esgrafiados segovianos que todavía recuerdo, se llamaba calle de la Alegría, se dice que por la cantidad de críos y crías que había en tiempos en aquella rúa castellana, que llenaban de felicidad la calle. Felicitas, Happiness… la vida sigue. No creo que te pueda ver nunca, Happiness, pero deseo con toda mi alma que ojalá puedas tener una vida llena de dicha.

Fuera caretas, pa fuera telarañas

Convivencia
Convivencia
Leía en El País de este lunes una información que llevaba por título: «El PP propone un certificado de convivencia para inmigrantes». Refiere el diario una idea de los conservadores catalanes, que proponen, explica el rotativo, que «los ayuntamientos expidan certificados de convivencia que se tengan en cuenta a la hora de renovar permisos de residencia y de trabajo. El buen inmigrante será aquel que no tiene sanciones por incivismo, que lleva a sus hijos al colegio, que respeta la ciudad y que no tiene quejas de sus vecinos». ¿Qué insinúan, que todos los inmigrantes hacen justo lo contrario? Pues díganlo a las claras, quítense las caretas y dejen salir sus telarañas; seguro que se sentirán mejor. Y ya puestos, ¿por qué no expedir certificados de convivencia para todo el personal, procedan de Guayaquil o de Cuacos de Yuste? Por que habría que ver cuántos aprobábamos, empezando por ustedes, claro, que en esto de la convivencia están agitando de forma absolutamente irresponsable el espantajo inmigración=delincuencia, simple y llanamente para arrebañar algunos votos en las próximas elecciones catalanas del 28 de noviembre.