Gustirrinín

Monumento
Monumento

Las ciudades están llenas de estatuas de caballos con pintorescos seres a cuestas: a veces son generales, a veces príncipes, a veces reyes. Al revés no suele ocurrir: «Monumento dedicado al jamelgo que tuvo que soportar el maloliento culo del patán aquel que amargó a su pueblo». También hay otros monumentos dedicados a valerosos soldados o a adustos próceres. Casi siempre son hombres los homenajeados. Pero no abundan monumentos dedicadas a cosas más próximas, a inventos cercanos: un monumento, por ejemplo, dedicado a quien tuvo la genial idea de cuajar unos huevos y unas patatas en un cacharro de cocina para crear la tortilla española, u otro para alabar a la madre naturaleza que creó en nuestro cuerpo las terminales nerviosas que dan gustirrinín a los diversos sentidos, incluso otro más «a la memoria de aquellos que dedican su vida a hacer felices a los demás y no a joder la marrana». Estos últimos serían unos monumentos de diseño más complicado, sin duda, pero que también despertarían una general admiración ciudadana.

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