Torbellinos

Torbellino
Torbellino

En esta vida rara del siglo XXI nos dejaremos de ver en algún momento en la escala analógica, pero seguiremos en contacto a través del espacio digital. Salimos de vidas analógicas; entramos en las digitales; ambas humanas: equiparadas por absurdancias comunes en ambos mundos. Cambiaremos de trabajos y de vida; se seguirán borrando nuestros rostros de tantos lavarlos con agua del grifo y secarlos después con toallas todas las mañanas. ¿Qué ocurre con la cantidad de células epidérmicas que se desprenden de nuestro rostro cada amanecer, lavado tras lavado de cara? Caen por el desagüe, vale, pero, ¿se dirigen a algún refugio ignorado? ¿Forman otros cuerpos, otras caras, las caras que dejamos de ser en esta vida en la que cada minuto hace viejo al anterior? Creemos que el tiempo se desarrolla en forma de flecha, hacia adelante, pero a veces todo parece que pega tumbos en círculos y torbellinos sin fin que nos engullen sin ni siquiera eructar después, tras hacer la digestión de nuestras existencias.En el mundo analógico existían los almacenes de objetos perdidos; en el digital, ¿existirán los depósitos de seres perdidos?

Memoria de los afectos

Castilla
Castilla

Volví al lugar en el que pasé muchos veranos de mi infancia. Recorriendo lugares familiares, me di cuenta de cómo cambia la percepción de las cosas con el transcurso del tiempo. Aquella casa que imaginaba tan grande y lustrosa, es mucho más modesta ahora que la veo, y está en la esquina de una calle que es diminuta en comparación con el recuerdo que guardaba de ella. Una laguna que en mis sueños surgía como una gran cristalera de agua en medio de un campo verde de Castilla aparece ahora como una reducida charca sombreada con unos pocos álamos. Pero hay memorias, en cambio, que con el tiempo se engrandecen: los afectos, el recuerdo de la mano de mi madre agarrando la mía cuando nos llevaba a recorrer su pueblo, a buscar níscalos y manzanilla, según la temporada, por los pinares cercanos en los que ella también jugaba cuando fue cría… Todo el amor que nos dio… La memoria del afecto no dejará nunca de crecer.

Pablo Gargallo

"Chagall"
"Chagall"

Hay conceptos que engloban su contrario. Se ve en las esculturas del artista Pablo Gargallo (Zaragoza, 1881 – Tarragona, 1934), cuyo museo en Zaragoza, por sí solo, justifica ya una visita a la hermosa capital aragonesa. Gargallo exploró la integración del vacío, del hueco, en la escultura, y consiguió innovadoras obras maestras con una fuerza plástica que sigue impresionando tanto tiempo después de realizadas. Yo había visto su museo por primera vez hace cerca de veinte años, y a principios de este 2011 tuve la oportunidad de verlo de nuevo: paseando por sus salas, solitario, pensé en todo el tiempo transcurrido entre ambas visitas, mientras mis ojos se perdían en el interior de las impresionantes obras de Gargallo. Los huecos, los vacíos, forman parte de nuestra vida. La memoria de los ausentes, de los seres queridos que se van marchando, cincelan nuestra existencia y, a la postre, les hacen presentes delante de nuestros ojos.