
No parece precisamente que la hamburguesa de los odiados yanquis sea la comida predilecta de los prebostes del régimen iraní, pero alguna conexión tiene que haber entre ambos elementos. Conocerán ustedes el experimento que una artista de Estados Unidos, Sally Davies, ha hecho con uno de estos platos rápidos: cogió una hamburguesa de un Mc Donald’s allá por el mes de abril, y desde entonces la ha ido fotografiando día a día; la hamburguesa (¿qué le echarán?) no se ha podrido y está como amojamada, pero entera. El objetivo de Davies era demostrar lo poco saludable que son estos platos. Pues con Irán ocurre algo similar: se trata de un régimen amojamado y acartonado, distinguido por su nulo respeto a los derechos humanos. Este verano tuvimos una perla más de la avanzada «justicia» iraní, conocida, por citar algún horror, por su persecución contra los homosexuales. Se trató del caso Sakineh, una mujer acusada de adulterio que se enfrenta a una condena a morir lapidada. La presión internacional y las firmas de cientos de miles de personas de todo el mundo recogidas a través de Internet han conseguido levantar una red y que las autoridades iraníes hayan suspendido temporalmente la bárbara lapidación para revisar su caso, pero, como recuerda Amnistía Internacional, «Sakineh aún puede ser ejecutada si las autoridades levantan la suspensión de la condena o fabrican nuevos cargos contra ella. Desde Amnistía Internacional seguiremos ejerciendo toda la presión de la que somos capaces para que la condena a muerte de Sakineh sea revocada definitivamente. Y eso sólo podemos lograrlo con tu apoyo». Y si quieren, que los prebostes y los jueces del régimen se lapiden entre ellos, a hamburguesazo limpio, por ejemplo.