
No parece buena cosa que a estas alturas de la historia, con todo lo escrito en las páginas negras del recorrido humano, se estigmaticen etnias o pueblos que de por sí vienen siendo perseguidos a lo largo de los tiempos. Las expulsiones de Francia de los gitanos rumanos, que están siendo investigadas por la Comisión Europea, desprenden un intolerable tufillo cuyo olor llega hasta esta España tan especializada en procedimientos semejantes (desde los masivos de judíos y moriscos, hace unos siglos, al más reciente aplicado por el ex presidente Aznar de «teníamos un problema y lo hemos solucionado» -vuelos con subsaharianos deportados y narcotizados para que no molestaran-). Si alguien delinque, sea gitano rumano o extremeño cacereño, justicia y aplicación de la ley, pero de ahí a meterlos a tod@s en el mismo saco media una distancia considerable que alienta prejucios, discriminaciones y … uso electoralista de un asunto tan delicado: la lideresa del PP catalán, Alicia Sánchez-Camacho se dio un paseo ayer por Badalona en compañía de una eurodiputada gala de Sarkozy, para comprobar los supuestos problemas causados por gitanos rumanos, anunciando que hará campaña con este asunto, meneando el espantajo inmigración=delincuencia, para ver si en la buchaca le caen algunos votos el próximo 28 de noviembre. Mala cosa, mala pata; me quedo con Pata Negra, el legendario grupo de los hermanos Amador, gitanos, que antes habían creado Veneno con Kiko Veneno, otro gitano más (que acaba de estrenar disco, por cierto, Dice la gente).