Cono invertido

Conos
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«La noche de autos me despertó tal tormenta, doctora, que pensé que los rayos y los truenos que caían anunciaban el advenimiento del anticristo, o la formación de un nuevo mundo, un Big Bang bestial, o la temporada de rebajas otoñoinvierno de los grandes almacenes que están al otro lado del PAU. Salté de la cama y llegué a tiempo de cerrar las contraventanas, antes de que los alféizares reventaran de agua. La lluvia no llegó a calarme la piel, y eso que tuve que atravesar a todo correr el jardín, hasta llegar al invernadero y comprobar con sorpresa que el techo de cristal había saltado en mil pedazos y el agua estaba arruinando los rododendros (¿se escribe así?). Y luego noté el dolorcillo. Me apalpé la cabeza y vi que me estaba saliendo un cono invertido, con un vértice que apuntaba hacia dios, o sea, hacia dentro de mi cuerpo, porque siempre he sido panteísta y he creído que hay un dios en el interior de todas las cosas. Regresé a la cama y me dormí, confiado en que todo había sido un mal sueño. Pero al sonar el despertador a las 06:00 am, lo primero que hice fue tocarme la cabeza, para comprobar, con alegría incluso, que el cono invertido apuntando a dios, o sea, hacia mi interior, seguía allí arriba. Desde entonces uso este almacén para llevar los emparedados del mediodía a la oficina; total, ya que mi cabeza no me nutre de demasiadas ideas para el alma, al menos que me sirva de sustento nutricio para el cuerpo. ¿Quiere un bocata, doctora?»

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