
Hoy, 4 de febrero, es el día mundial contra la «larga y penosa enfermedad». ¿Qué? ¿De qué estamos hablando? Del cáncer. Ah, ¿y por qué hay tantos medios de comunicación que, cuando alguna persona relevante padece esta enfermedad, siguen empleando semejantes eufemismos? Lo único que consiguen es estigmatizar a las miles de personas que padecen este mal tan frecuente -y que por cierto ve aumentado año tras año las tasas de supervivencia-, que parece que tengan que sumar el tabú a la lucha contra la enfermedad. Mi inolvidable madre no murió de una larga y penosa enfermedad hace dos meses: murió de un cáncer. María Schneider, la actriz de El Último Tango en París, no murió ayer de una larga y penosa enfermedad: murió de un cáncer. La periodista Susana Olmo, maestra de periodistas, no murió de una larga y penosa enfermedad hace apenas unos días: murió de un cáncer. Precisamente Susana Olmo había escrito una carta a El País cuando emplearon circunloquios para referirse a la muerte de Labordeta: «Con motivo de la muerte de José Antonio Labordeta he vuelto a leer ese lamentable eufemismo de que murió tras una larga y penosa enfermedad. Todos (…) sabemos de qué estamos hablando: del cáncer. Sobre todo porque, en este caso, el propio cantautor había anunciado su enfermedad hace algunos años cuando se la detectaron. ¿Por qué entonces ocultar el nombre del mal tras una expresión vergonzante? En España se registran 200.000 pacientes nuevos cada año (…) Sería de agradecer que no se aborde esta enfermedad como un tabú, y se trate a sus afectados como a cualquier otro enfermo.» La mayoría de la gente lucha con dignidad y valentía contra esta enfermedad, como lo hizo mi madre, Felicitas Gómez Otones, como lo hizo Susana Olmo; no les estigmaticemos: ellas, que fueron tan valientes, no se merecen estas muestras de cobardía.
Mi mas sentido pésame. Unas amigas que os quieren y os echan de menos.