
De la era analógica hemos pasado, no sin sobresaltos, a la digital. De forma en apariencia sencilla la realidad ha quedado reducida a las combinaciones de unos y ceros del lenguaje informático binario que conforma nuestro mundo, cuyo cifrado y descifrado está sólo al alcance de unas mentes privilegiadas. De conversaciones telefónicas a transacciones bancarias, todo un flujo de datos, de legiones de traviesos unos y ceros, danza en un éter infinito a nuestro alrededor, sin rozarnos a primera vista. Pasiones, desencuentros, citas, confidencias, quiebras, enfados… en forma de un código invisible que aletea sus alas con dibujos de unos y ceros y para cuya captura tal vez alguien se invente alguna vez unas tupidas redes cazamariposas como las que usan los entomólogos.