Tarde de Carnaval

Piratas
Piratas

Mi niña Estrella, transformada en una feroz pirata, libra un duelo contra su amigo David, convertido en spiderman armado con tridente. ¡Qué mala pata!: su espada se le parte en el fragor de la desternillante lucha. Más tarde se echan a correr, en una carrera interminable en compañía de la bailarina Irene y de la mosquetera Inés, y acaban rodando por el suelo en un mar de risas. En el gimnasio que alberga la fiesta infantil hay música y mesas con bocadillos, palomitas, pasteles, bebida, patatas fritas. Uno de los camareros, ataviado al modo pirata y como recién salido de La isla del tesoro, sirve refrescos en vez de ron y le pregunta con un gran vozarrón a Estrella: ¿Eres del mismo barco que yo? Ante la curiosidad del pirata, la niña, ahora en compañía del demonio Gonzalo, de la tigresa Martina y del payasete Gabriel, se parapeta con una tierna vergüenza detrás de una montaña de ganchitos. Y sigue la diversión. Así fue la celebración del Carnaval en el colegio de mi hija. Una celebración más en esa infancia que es patria de la libertad, de la alegría, de los sueños y de la imaginación, con o sin disfraz. Mucha excitación para un gran día que terminó con Estrella rendida en la cama, soñando sin duda con más aventuras, surcando los siete mares.