
Hay nombres con mucha fuerza cuyo uso se va perdiendo con el paso del tiempo, pero que perduran en la memoria. Ocurre, por ejemplo, con el resonante «Amós», que trae ecos bíblicos. Hubo un Amós que fue alcalde socialista de Vallecas, de cuando Vallecas era un pueblo de Madrid. Como otros republicanos, Amós Acero (1893-1941) tuvo la mala fortuna de que se cruzara en su camino la violencia fascista, que segó su vida. Hay otro Amos (éste sin acento) que se me viene a la memoria, israelí: se apellida Oz. Con ese apellido, como no puede ser de otra manera, es un mago de la creación literaria. Amos Oz, creador de varias novelas, es el autor de un libro maravilloso, Una historia de amor y oscuridad. Esta obra relata la historia de su familia y recoge muchos episodios de la intolerancia que ha perseguido a los judíos durante muchos siglos, pero entremezclados también con pasajes de esperanza: la que no pudo tener, desgraciadamente, su tocayo Acero.