Lo tuyo no es una familia

Familia feliz
Familia feliz

Tú que vienes de otro mundo, Faktuna, ¿tienes familia? ¿Y cómo es? ¿Estás casado por tu iglesia, has tenido los hijos que te mande tu dios, comulgas y confiesas tus pecados todos los domingos? ¿No lo haces? ¡Qué me dices! Pues entonces lo tuyo no es ni familia, ni nada; es un paripé. No es que lo diga yo, no, sino una instancia que responde a las siglas CEE, del siglo, ¿de qué siglo?, y que pretende seguir pontificando de cara a los milenios venideros como si la España de hoy en día no estuviera conformada por familias de todo género y condición, mal que les pese a los organizadores de eventos como el del pasado domingo en Madrid. Es necesario repetirlo, para que no se apropien de las palabras: su familia no es la única familia digna de tal nombre, su moral no es la única moral existente, mal -de nuevo- que les pese a estos señores de negro (suelen ser señores) que llevan dos mil años de mal humor.

Pespunteando el horizonte

Puesta de sol
Puesta de sol

Bandadas de aves en formación perfecta salpicaban ayer por la tarde, cuando no faltaba mucho para la puesta de sol, el cielo de Madrid desde mi ventana, hacia el ¿suroeste? Era una tarde gris, pero las aves volaban por encima de las nubes que impedían dejar pasar el sol, y sus cuerpos actuaban reflejando hacia abajo los rayos solares, pespunteando el horizonte nublado con destellos intermitentes. Lo hacían con tal perfección que en algunos momentos el dibujo de su vuelo se asemejaba a una vainica doble. Eran puntos luminosos que rompían el gris invernal celeste, y su belleza superaba con creces a cualquiera de las lucecitas de colores que estos días de Navidad adornan las calles de esta gran metrópoli.

Estrella tu copa

Copa rota
Copa rota

Es curioso el destino fatal de algunas cosas. Las copas de cristal (no los vasos, pero sí las copas, estos días tan presentes en las mesas de estas celebraciones) suelen terminar rotas en mil pedazos al menor descuido. Los paraguas, ahora que estamos en invierno, tienden a perderse a la mínima de cambio. Los calcetines tienen la fea costumbre de desaparecer, pero sólo uno de los dos: ¿alguien sabe si en las lavadoras existe alguna especie de agujero negro que los engulla? Singular fin el de estos objetos, sí. Por eso, estrella tu copa; total, algún día (más próximo que tarde) se hará añicos y te cortará las manos. Desempareja tus calcetines; total, ellos siempre lo hacen por su propia iniciativa. Abandona tu paraguas en cualquier taxi; total, siempre acaban olvidados en algún sitio. Con estos consejos, total, no estarás más que anticipando en el tiempo el destino fatal de estos tres objetos. ¿Cuánto tenemos de copas, paraguas y calcetines las personas?