
«Doctor, doctor, estoy obsesionada con las zonas de sombra. Verá. Soy una alta ejecutiva en una empresa de nuevas tecnologías de la información, y estoy harta de estar permanentemente conectada a la realidad en la que vivo sumergida desde que comencé a trabajar en el sector. Odio las llamadas constantes, los mensajes permanentes, los artilugios sonando a todas horas; mi mente está siempre recibiendo señales. Necesito descansar. Por eso busco zonas de sombra, donde las ondas no lleguen; he diseñado incluso un GPS propio -¡si se enteraran en mi empresa!- para encontrarlas, y permanecer así desconectada, escuchando sólo el ruido de la calle. Yo, nacida y entregada a la causa digital, con una obsesión neoadolescente por exhibirme en todas las redes sociales virtuales, me estoy replegando hacia lo analógico. Y ahora que estaba en esa fase de vuelta atrás en el tiempo, resulta que se aproxima el apagón analógico y, doctor, creo que mi cuerpo se está difuminando; me temo que me desvaneceré y que sólo permanecerán visibles mis dedos, que al fin y al cabo son una realidad digital. ¿Puede hacer algo, doctor?»