
La aprobación de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de Interrupción Voluntaria del Embarazo, la nueva ley del aborto, ha desencadenado la habitual respuesta cavernaria. Al PP, que anuncia que la llevará al Tribunal Constitucional, cabe hacerle una pregunta: ¿derogarán esta norma si llegan al poder? ¿Derogarían también otras leyes que garantizan avances sociales, como la del matrimonio homosexual? Porque suele ocurrir que los conservadores, que no tienen empacho en ser los primeros en beneficiarse de estas leyes, no hacen nada contra ellas cuando gobiernan, con una actitud singularmente hipócrita (bajo los gobiernos de Aznar se practicaron en España 500.000 abortos). También la jerarquía eclesial, obsesionada desde hace siglos por la reproducción, el sexo y la muerte, ha corrido rauda a exigir su abolición. Es la reacción habitual en los del alzacuellos, siempre tan amigos de darle al altavoz y de que todos digan amén. Estamos en el siglo XXI y las leyes las hacen los hombres y las mujeres; diríjanse a su grey, pero déjennos en paz al resto. Conocí el caso de una mujer a la que, hace un par de años, en plena persecución contra las clínicas abortivas, se le presentó en casa, por la noche, mientras bañaba a sus hijos, una pareja de la Guardia Civil, para revuelo de sus vecinos, preguntándole por qué había abortado, haciéndole sentir como una delincuente. Imagínense cómo se sintió en plena España democrática. Estas situaciones son las que la nueva ley busca erradicar, garantizando para siempre el derecho de la mujer a decidir sobre su maternidad. Tendrán derecho a interrumpir su embarazo hasta la semana 14 sin justificarlo, sin tutelas que valgan; porque ese es su derecho, para despecho de los hipócritas y de los del alzacuellos.
La persecución de la mujer es siempre intolerable. Que conste. Pero tengo multitud de objeciones.
«Tendrán derecho a interrumpir su embarazo hasta la semana 14 sin justificarlo, sin tutelas que valgan; porque ese es su derecho, para despecho de los hipócritas y de los del alzacuellos.»
Queda fantásticamente decir «interrupción voluntaria del embarazo», pero es tan ridículo como decir «interrupción voluntaria de la homeostásis por intróducción de un elemento metálico a través de la cavidad torácica» (es decir: disparar una bala en el pecho).
El aborto es básicamente una estructura machsta. La mujer se queda
sóla ante el aborto. Cuando una mujer sufre un embarazo no deseado, su novio le deja, sus padres y familiares le presionan, le echan del trabajo…
El aborto en sí es traumático. Ya se empiezan a conocer los primeros estudios hechos sobre salud mental y aborto, y resultan escalofriantes:
[1] Coleman, PK et. al., «Induced abortion and anxiety, mood, and substance abuse disorders: Isolating the effects of abortion in the national morbidity survey,» Journal of Psychiatric Research (2008), doi:10.1016/j.jpsychires.2008.10.009.
[2] Fergusson, DM et. al., “Abortion in young women and subsequent mental health,” Journal of Child Psychology and Psychiatry (2006) 47(1): 16-24.
[3] Rue, VM et. al., “Induced abortion and traumatic stress: A preliminary comparison of American and Russian women,” Medical Science Monitor (2004) 10(10): SR5-16.
[4] Coleman, PK et. al., “Women’s preferences for information and complication seriousness ratings related to elective medical procedures,” Journal of Medical Ethics, 32:435-438 (2006).
[5] Fergusson, DM et. al., «Abortion and mental health disorders: evidence from a 30-year-longitudinal study,» The British Journal of Psychiatry (2008), 193: 444-451.
La ley del aborto deja sola a la mujer. En el 80% de los casos en que se ofrece ayuda a la mujer no aborta. Ésto lo sé porque colaboro con muchas asociaciones de apoyo a la mujer (www.redmadre.es, http://www.madrina.org...)
La mujer, ante el aborto, está SOLA.